Manel Díaz es panadero, tiene 55 años y no trabajaba desde 2008. Se considera una víctima de la crisis que, de repente, lo dejó sin trabajo ni hogar. Desde hace más de una década ha sido usuario intermitente de La Sopa, donde iba a comer pero nunca a dormir ya que prefería pasar la noche en la calle. Su vida ha dado un giro de 180º desde que ha entrado en un plan de empleo que, por primera vez, se ha abierto a las personas sin hogar. El Ayuntamiento de Girona ha contratado a tres usuarios de la Sopa por un período de seis meses. En su caso, trabaja como encuestador de comercio. Además, ha entrado a vivir con otros compañeros en un piso del programa 'Housing first', destinado a gente sin hogar. "Tener trabajo te ayuda anímicamente y mentalmente", reconoce. Con el primer sueldo, ya se ha comprado un móvil –"tengo que estar localizable para el trabajo", apunta- y también ha podido ir al supermercado, una acción cotidiana que no hacía hace muchos años. Además, gracias a la cotización de estos seis meses podrá pedir la prejubilación.
Si a Manel le explican hace sólo dos meses que ahora estaría trabajando y durmiendo bajo un techo no se lo habría creído. Este panadero nacido en Granada pero criado en Barcelona se considera una víctima de la crisis económica. Hasta el año 2008, había trabajado de panadero y pastelero pero desde entonces no ha sido capaz de conseguir un trabajo estable y remunerado. Esto le ha llevado, poco a poco, a tener menos recursos y verse abocado a dormir en la calle. Es un enamorado de la bicicleta y de viajar y, por eso, ha probado suerte en Italia y Francia pero siempre acababa regresando a Cataluña. Conoció La Sopa en 2004, cuando venía de vivir un año en Italia y se detuvo a descansar y comer algo. Estuvo dos semanas. Según reconoce, nunca ha pasado temporadas largas en el centro de acogida ni tampoco ha querido ir a dormir. "¿Tú has visto qué tipo de gente va a dormir? Yo prefiero la calle", explica. Por eso, durante sus estancias en Girona –y especialmente en invierno- se ayudaba de mantas, cartones y una pequeña radio para pasar la noche al raso. "He buscado trabajo durante mucho tiempo pero la edad es un hándicap", lamenta. Contratos para personas sin hogar Por primera vez, el Ayuntamiento de Girona ha decidido abrir los planes de empleo municipales a personas sin hogar. En esta primera experiencia, desde la Sopa se preseleccionaron 29 perfiles y, después de hacer las entrevistas, se han contratado a tres personas. Una de ellas es Manel, que trabaja como encuestador de comercio para el ayuntamiento. La teniente de alcalde de Derechos Sociales, Sílvia Paneque, reconoce que tendrán que hacer algún tipo de formación a los usuarios de la Sopa antes de ir a las entrevistas porque quieren insertar aún más personas, tanto a través de los planes de empleo municipal como también en el mercado ordinario de trabajo. "Si de 29 preseleccionados sólo hemos podido contratar a tres personas tenemos que introducir algunas mejoras formativas en el programa", ha manifestado. La teniente de alcalde explica que están muy satisfechos de los resultados del programa y que saben, de primera mano, que los tres usuarios de la Sopa están muy contentos por la oportunidad. "La gente no puede pensar que todos los que acabamos en la Sopa tenemos problemas con el alcohol, las drogas o el juego... Hay gente de todo y la crisis ha dejado a mucha gente en la calle, yo lo he visto", explica Manel. Trabajo y casa a la vez Manel tiene un trabajo de seis meses y cobra 1.000 euros brutos. Se incorporó en febrero y coincidió que también pudo entrar a vivir en un piso del programa 'Housing first'. Se trata de un programa que nació con éxito en los años noventa en Nueva York y que apuesta por sacar a los sin techo de la calle ofreciéndoles un piso donde puedan estar solos y donde recibir atención de los servicios sociales. En su caso, comparte casa con dos compañeros más. "La experiencia es muy positiva, hacemos vida juntos y cocinamos juntos, no es como si cada uno hubiera alquilado una habitación y fuera a la suya", relata. Tener móvil o ir al supermercado Cuando explica qué tiene que hacer en el trabajo se le escapa la sonrisa. "¡No sólo hago encuestas en los comercios, hacemos muchas cosas más!", declara. Entre otras cosas, tienen que contar los flujos de gente que pasa a pie por determinadas calles, tienen que vaciar datos en el ordenador y también recoger qué tiendas venden elementos productos singulares o tienen aspectos emblemáticos en su arquitectura. Manel reconoce que tener una rutina y una responsabilidad laboral le ha ayudado anímica y mentalmente. Además, el trabajo le ha llegado en un momento clave de su vida laboral y cuando tiene 55 años. Para pedir la prejubilación, necesitaba acreditar un trabajo de como mínimo tres meses. Como el contrato del ayuntamiento es de seis meses, ahora la podrá solicitar. "Tener una paga de jubilación sería muy importante para mí", reconoce. Ya ha cobrado el primer sueldo y ha destinado parte del dinero a comprarse un teléfono móvil para estar localizable mientras hace el trabajo de calle. "A veces me suena y aún no me he acostumbrado a que me llamen a mí", dice bromeando. También ha podido ir al supermercado a hacer la compra, un gesto cotidiano para muchos ciudadanos pero que hacía años que no practicaba. Entre los planes de futuro de Manel está seguir trabajando -"Si me quieren dar trabajo más allá de los seis meses del programa, yo encantado", afirma- y también reunir ahorros para poder hacer una ruta por Italia en bicicleta.