Desde primera hora de la mañana los vendedores de libros y rosas trabajan para dejar a punto las paradas para cuando el grueso de ciudadanos pasee por el centro de Barcelona.
Cajas de libros, banderas y carpas aún a medio montar han tenido que convivir con los más madrugadores que, ahorrándose las aglomeraciones de las horas punta, han aprovechado la calma de los primeros minutos de Sant Jordi para comprar los primeros libros.
Entre los libreros, optimismo por una jornada que meteorológicamente se prevé espléndida. El hecho de caer en domingo no les asusta porque creen que si los barceloneses están fuera, la ciudad se llenará de visitantes que, cuando es día laborable, no pueden disfrutar de la fiesta en la capital catalana.
