Los humanos ya almacenaban comida hace 400.000 años

10 de octubre de 2019 a las 08:11h

Los humanos del Pleistoceno Medio, hace unos 400.000 años, ya almacenaban comida para consumirla con posterioridad. Así lo pone de relieve una investigación liderada por el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) donde han participado los investigadores de la Universidad de Lleida (UdL) Daniel Villalba y Antoni Margalida (UdL e IREC-CSIC). Los resultados del estudio, realizado en el yacimiento de Qesem Cave (Israel), los acaba de publicar la revista internacional Science Advances.

Los investigadores del CENIEH, la UdL, la Universidad de Tel-Aviv, el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), la Universidad de Berna (Suiza) y el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (CSIC-UCLM) han analizado las marcas antropogénicas de los restos de fauna encontrados en la cueva de Qesem. Utilizando series experimentales que controlan el tiempo de exposición y los parámetros ambientales, combinados con análisis químicos, han evaluado la preservación de la médula ósea, que aportaba altos niveles de ácidos grasos a la dieta.

El objetivo de la investigación era averiguar si la extracción de médula estaba vinculada única y exclusivamente con su consumo inmediato; si el almacenamiento deliberado de determinados huesos para un consumo posterior podría dejar alguna señal reconocible en procesos de fosilización; y cuál era el tiempo aproximado de conservación en condiciones óptimas.

En el estudio experimental han procesado 79 huesos de la zona distal de patas de ciervo (Cervus elaphus), con alto contenido medular, para compararlos después con los de gamo (Dama dama) encontrados en la cueva. Y los han sometido a tres escenarios ambientales diferentes: otoño, invierno y una simulación de las condiciones mediterráneas de Israel. También han introducido la variante de huesos "sin piel" para comparar químicamente si existían diferencias en la preservación nutricional.

Los investigadores han aislado marcas concretas ligadas a la extracción de piel seca y han podido determinar un bajo índice de degradación de grasa medular hasta aproximadamente la sexta semana de exposición, momento en el cual la pérdida de nutrientes comienza su aceleración. La comparación de las marcas experimentales con las arqueológicas les ha permitido plantear la posibilidad de un procesamiento secundario y, por lo tanto, un posible consumo diferido de médula en el caso de estos huesos de cérvido.

Esto plantea unos comportamientos que exigen una cierta capacidad de planificación y previsión de los humanos que habitaban el Próximo Oriente en el Pleistoceno Medio. "La acumulación deliberada de huesos implica una preocupación anticipada por las necesidades futuras, y una capacidad de desplazamiento temporal que supera el aquí y ahora como forma de subsistencia", aseguran los investigadores. "Esta es la primera evidencia de un comportamiento tan nuevo y puede abrir una nueva puerta sobre los modos de adaptación de los humanos en el Paleolítico", añaden.