Joan Ramón Saura, presidente del Banco de Alimentos de Lleida: "Algunas personas nunca se habían planteado la necesidad de recurrir al banco de alimentos y tuvieron que hacerlo"

27 de noviembre de 2017 a las 09:06h

¿Desde cuándo existe el Banco de Alimentos en Lleida? Funcionamos desde 2006 en todo el territorio de Lleida y tenemos el almacén central, que también funciona como centro logístico, en el polígono Neoparc. Empezamos en el polígono de los Frailes, pasando por el del Segre hasta situarnos donde estamos ahora desde hace ya un año y pico. Necesitábamos una localización que permitiera una mejor articulación de comunicación y un espacio que nos permitiera seguir adelante con las acciones logísticas que requiere el propio banco.

¿Cuáles son los retos principales? Tenemos como reto fundamental el no desperdicio de los alimentos en nuestra sociedad. En unos momentos de crisis, de la cual aún nos estamos saliendo, los bancos de alimentos nos convertimos en un instrumento de apoyo para la cohesión social. Actualmente, vamos más allá de evitar este desperdicio y contribuimos a que toda la población afectada por la precariedad laboral pueda tener más estabilidad en el mantenimiento de las economías familiares.

¿Cuántos alimentos están repartiendo cada año y a cuántas personas atienden directamente? Estamos repartiendo unas 1700 toneladas de media cada año y atendemos directamente a unas 26.500 personas en todo el territorio. Muchos usuarios precisan nuestros servicios en más de una ocasión, por ejemplo, mediante los comedores sociales. Esta cifra está bastante estabilizada y es un hecho que nos preocupa. No basta con quedarnos hasta donde hemos llegado y ojalá la gente tenga que recurrir cada vez menos al banco de alimentos.

¿De qué factores depende el aumento o la disminución de la cantidad de donaciones? Estamos estabilizados mucho en estas cantidades, una cifra que tiene su reflejo en el número de usuarios que tiene el banco. Disponemos de diferentes fuentes de aprovisionamiento como serían los propios particulares, superficies comerciales del territorio, administraciones públicas y de fondos de la Unión Europea. De esta última nos llega un dinero que se envía al gobierno del Estado y que se traducen en compras de alimentos. Del mismo modo colabora la Generalitat, a través del Departamento de Bienestar y Familia. Por otro lado, disponemos también de diferentes campañas de recaudación y concienciación como sería el Gran Recapte d'Aliments que organizamos una vez al año.

El Gran Recapte es el programa de recogida que más visibilidad da a la organización Exactamente, este nos permite recaudar buenas cantidades gracias a la movilización en las grandes superficies y pone en escena al Banco de Alimentos. Esta visibilidad se hace patente tanto los días antes como los posteriores gracias, por ejemplo, a la movilización de las escuelas o la difusión que se hace desde los medios de comunicación y las redes sociales. Son jornadas con las cuales se da a conocer nuestra tarea y nuestra imagen adquiere una dimensión mayor a la que tiene el resto del año. Normalmente, los establecimientos adheridos al Gran Recapte hacen una aportación en base a los kilos que se recaudan en los propios locales.

¿Cree que, a día de hoy, la población está lo suficientemente concienciada de la necesidad de donar alimentos? ¿Cómo se conseguiría que la gente se involucrara más? Tenemos la percepción de que se ha ido diluyendo un poco, ya que con el mensaje de superación de la crisis muchas veces el fenómeno de la precariedad no se visualiza de la misma manera. Esto provoca que haya una sensación de que ya no es tan necesaria la donación de alimentos. La función de un banco no desaparece ni deja de tener sentido al haber superado situaciones de crisis, porque el desperdicio sigue presente en la sociedad, no sólo en los alimentos, sino en muchos otros. En función de las épocas, nos tenemos que volcar en unos aspectos o en otros. Aún así, hay un tema que siempre es recurrente en nuestra asociación, y es el de evitar el desperdicio de los alimentos. Esta sería nuestra filosofía base. Pensamos que esta es una cuestión de educación y que hay que empezar a trabajar desde la escuela, la familia y todos los ámbitos sociales. Por definición, se trata de no dar valor a aquello que sí lo tiene, y hay que erradicar este hecho, el cual se puede trasladar a muchos aspectos de la vida, no sólo en la donación de alimentos.

¿Qué me dice de la implicación de instituciones y grandes plataformas alimentarias? Todas las entidades sociales hemos contribuido a que la virulencia de la crisis se haya apaciguado. Las diferentes administraciones, tanto las estatales, como autonómicas o locales, ven positivamente este hecho y colaboran con nosotros. Nos ayudan dentro de sus posibilidades, aunque podríamos decir que siempre se puede hacer más. Acostumbramos a tener convenios con las grandes plataformas, por ejemplo, con campañas como el Gran Recapte.

¿La crisis ha hecho que la gente se vuelque más, o es al revés? ¿Ha cambiado el perfil del receptor de alimentos? Tuvimos un crecimiento potente en las épocas en que la crisis impactó de una forma más contundente, y ahora estaríamos en un momento de estabilización. Estamos ante una consolidación de la precariedad laboral, un hecho que se convertirá en un futuro donde los fenómenos de cohesión sociales serán débiles y poco consistentes. Hemos notado que la situación de pobreza se mantiene y que la concienciación y movilización de la población ha disminuido. Creemos que la pobreza tiene muchas caras y que en estos momentos la faceta más visible es la precariedad. Hay personas que no se hubieran planteado nunca la necesidad de recurrir al banco de alimentos y que tuvieron que hacerlo.

¿Afecta también la situación política actual? Hay muchos fenómenos que afectan a la sociedad. La política es uno y, como tal, también nos repercute. La vida de las entidades sociales nunca puede estar desligada de las connotaciones políticas de un momento concreto, ya que una es reflejo de la otra.

¿Cuáles son los alimentos más demandados? ¿Se prioriza la dieta de las personas o se basan más en las compatibilidades logísticas? Fundamentalmente pedimos leche, aceite, conservas de todo tipo y legumbres precocinadas, teniendo en consideración que la preparación de los alimentos suponga también un ahorro de energía, la cual puede invertirse en otras tareas. Nos abastecemos mucho de los excedentes de la industria alimentaria y, por lo tanto, no tenemos mucho acceso a productos como el aceite o la carne fresca, los cuales recibimos de manera puntual o tenemos que comprar. La logística se convierte en nuestra prioridad a la hora de solicitar los alimentos.

Su asociación actúa en todo el territorio. ¿Qué zonas son las más necesitadas? Durante la crisis, las zonas industriales se vieron mucho más castigadas que las zonas rurales. Podríamos decir que Lleida capital fue la localidad más afectada del territorio, pero tendríamos que hablar más de perfiles sociales en vez de localidades. Vemos que gente con una no cualificación profesional son las primeras que sufren los embates de las crisis y que esto es una cuestión muy transversal.

¿Cuál es la mejora que requiere más urgencia en el Banco de Alimentos? ¿Tienen algún proyecto entre manos? Si nos comparamos con otros bancos de alimentos europeos como los franceses vemos como incluso tienen marcas blancas propias. Esto permite una mejor gestión de los alimentos en casos como, por ejemplo, cuando recibimos grandes piezas de carne se pueda trocear y repartir. Son mejoras que esperamos alcanzar en cuestión de tiempo, pero tenemos otros proyectos prioritarios entre manos. Queremos disponer de un gran supermercado donde la gente pueda entrar acompañada y con orientación para que seleccionen los alimentos más adecuados para su dieta y situación familiar. De esta manera, conseguiríamos que, a pesar de la necesidad, los usuarios del Banco de Alimentos actúen con normalidad como haría cualquier otra persona en un establecimiento comercial de alimentación.

Remarcamos también la importancia de orientar y acompañar a los usuarios para ayudarles a tener una dieta equilibrada y adaptada a la situación de cada familia. Este sería un gran paso de normalización y apoyo ante la precariedad de la que hablábamos antes.

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