Irene Estévez y Fran Moreno: "Hacer el indiano" o cómo hacer una recreación histórica acrítica y comercial"

20 de junio de 2018 a las 17:34h

El último fin de semana hemos vivido en Ribes el II Retorno de los Indianos coincidiendo con la 13ª edición del Agromercado. Durante estas jornadas, los organizadores han querido poner en valor el pasado y el patrimonio indiano local. Este año han vuelto a ser un éxito de participación; muchas personas se han implicado en hacerlo posible y han disfrutado "haciendo el indiano". La Red de Municipios Indianos define a los indianos como "todos aquellos hombres que consiguieron grandes riquezas - o fortunas más modestas - y volvieron a Cataluña para mostrar que su aventura americana había sido todo un éxito". Es decir, se centran en un sujeto histórico masculino, blanco y adinerado, que vuelve a su pueblo de origen y ostenta su riqueza.

Sin duda, en Ribes fueron muchos los que marchaban a las Américas a hacer fortuna entre finales del XVIII y principios del XX. Su legado, de hecho, es aún palpable en sus residencias y donaciones filantrópicas. Este año, el evento se centra precisamente en el legado arquitectónico indiano presente en el municipio. La organización pide -tal y como hizo en la anterior edición- que los participantes vistan de blanco para hacerse con un sombrero de paja. Esta combinación entre vestido blanco y sombrero de paja pretende evocar la moda cubana del siglo XIX, eso sí, la moda de los hombres blancos que se enriquecieron muchas veces con actividades éticamente reprobables como la trata de esclavos, la destrucción de las sociedades colonizadas y la sumisión de la mujer y los niños a los trabajos de fábrica o campo, tanto en Cuba como aquí.

A lo largo de la historia se han podido ir documentando no pocos casos de grandes fortunas construidas gracias al tráfico de esclavos. Si bien es cierto que no todos los emigrantes catalanes se dedicaron al tráfico de esclavos, sí que es cierta una importante participación de los catalanes en el comercio triangular. El comercio triangular se basaba en el movimiento de productos a través de tres rutas. De Europa hacia África se enviaban barcos llenos de alcohol, armas y otras manufacturas. Una vez allí, se intercambiaba la carga por esclavos, personas que habían sido secuestradas y sometidas por hombres blancos pero también por caudillos negros locales, a menudo de tribus rivales. Desde África se hacía la travesía del Atlántico, un viaje muy duro en el que muchos morían por las malas condiciones higiénicas y humanitarias en las que viajaban, atestados en bodegas sin prácticamente espacio durante semanas. Paradójicamente, la trata de esclavos se regía por la oferta y la demanda, por tanto, contra más peligroso era el viaje más beneficio potencial podía conseguir un esclavista de su carga. Por último, una vez vendidos en América, el barco se cargaba con materias primas como tabaco, azúcar, café y algodón provenientes de las plantaciones coloniales y el barco volvía hacia Europa.

Debemos recordar, además, que tanto en África como en América la llegada de los europeos supuso la extinción de decenas de civilizaciones y la muerte de millones de personas. Los europeos no comercian de igual a igual, sino que lo hacen desde una posición de superioridad y de dependencia de las colonias, de unos regímenes políticos que han impuesto para controlar los recursos de los territorios anexionados a sus imperios y obtener el máximo rendimiento económico.

Finalmente, en cuanto a otros sujetos históricos olvidados, cabe decir que el algodón blanco de la ropa indiana, era traído en copo hasta Cataluña y una vez aquí, el hilado y tejido se llevaba a cabo en las fábricas textiles como las de Vilanova. Hasta principios del siglo XX, están documentados accidentes laborales graves en que las víctimas son mujeres y niños. En el caso de los niños, las mutilaciones y las pérdidas de las extremidades eran frecuentes, ya que su trabajo consistía en muchos casos en desencallar las máquinas de tejer, ya que sus manos pequeñitas servían mejor para reparar los mecanismos. Trabajaban en unas condiciones laborales insalubres por unos sueldos más bien miserables en comparación con el tren de vida que llevaban los indianos que habían conseguido triunfar.

Según la RAE, el dicho castellano "hacer el indio" tiene dos significados: "Divertirse o divertir a los demás con travesuras o bromas" y/o "hacer algo desacertado y perjudicial". Nosotros creemos que "hacer el indiano" puede identificarse con estos significados; es una actividad divertida pero desafortunada ya que sólo se centra en una parte de la historia, aquella que a la vez contradice los valores democráticos e inclusivos con los que construimos nuestra sociedad y se olvida de aquellos que nos pueden resultar incómodos. La celebración de estas jornadas podría haber sido una oportunidad magnífica para debatir sobre estas cuestiones, sobre la investigación del pasado, pero parece ser que ha prevalecido una feria con una visión comercial acrítica y con un rigor histórico mejorable. Se ha dejado de lado el fondo y nos hemos quedado con la forma, con aquello estético de gente vestida de blanco, como si de una fiesta ibicenca se tratara, con las magníficas casas y donaciones indianas, que tan bien han hecho en enriquecer el patrimonio cultural del pueblo, pero, no obstante, hemos participado todos de una pérdida de memoria colectiva, ya que no hemos hecho demasiado, en esta edición, para recordar cómo se produjo el fenómeno indiano.

Aunque de forma inconsciente, se ha repetido un patrón observable en otras jornadas de este tipo, donde se enmascara y silencia la parte más incómoda de la historia. En el programa sólo encontramos una charla crítica llamada "Memoria y reparación. Nombres de esclavistas en espacios públicos", pero es, sin duda, la gran excepción. Sería muy interesante, de cara a ediciones futuras, que unas jornadas como estas incorporaran un buen ciclo de conferencias, pero entre mojitos, vermuts y música cubana creemos que se ha perdido esta gran oportunidad en esta edición.

Deseamos que en un futuro se pueda revertir y que el III Retorno de los Indianos se convierta en un referente para el país, no sólo por la estética de aquellos hombres blancos que se enriquecieron, sino también por aquellos que no lo hicieron, por las poblaciones indígenas, por las mujeres y por los niños que también fueron protagonistas incómodos del fenómeno indiano y que no debemos olvidar.

Irene Estevez Bladé (arqueóloga y estudiante de gestión del patrimonio). Fran Moreno Segura (historiador y arqueólogo).
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