Enver Aznar y Gertrudis Conde: "Unidas contra el miedo"

20 de octubre de 2017 a las 07:18h

La realidad de estos días ha hecho caer muchas caretas que llevaban décadas fijadas. La cuestión catalana ha comportado un terremoto en los cimientos del régimen del 78, que no ha tenido ningún tipo de escrúpulo a la hora de movilizar a la extrema derecha para promover un cierre de filas. Hemos visto de todo: noticias falsas, difamaciones contra figuras públicas, ejércitos de tertulianos justificando la represión, detenciones injustificadas, porrazos, agresiones en la calle… Hemos visto incluso una declaración del jefe de Estado (aquel que lo es por prueba de paternidad) que parecía encender las mechas para incendiar sus tropas de odio. Aquellos que tanto defienden la unidad de España por encima de todo están avivando la intolerancia, arriesgando a crear una fractura social irreversible.

Tenemos además del 50% de jóvenes en paro, las pensiones en riesgo y la falta la ética de los políticos acompañado del hecho de que nos gobierna el partido más corrupto de Europa, nos convierte en una fábrica de rabia. Aquí hay peligro, no podemos permitir que algunos partidos quieran convertir esta rabia en odio. Después de oír como Pablo Casado, del PP, amenazaba a Puigdemont de acabar como Lluís Companys o de escuchar como Carles Girauta, de C's, pedía que el Estado español se entrometiera en los medios de comunicación internacionales para "vender" otra historia de los hechos, vemos como estos dos espacios compiten para ocupar el espacio del odio. Y no olvidemos: estos partidos que se ríen de no estar invirtiendo en la ley de memoria histórica o abandonan los parlamentos cuando se tiene que condenar el franquismo.

Es preocupante ver como el discurso del odio puede tener un fuerte crecimiento entre las clases populares. Las continuas políticas de destrucción social (de las cuales el bipartidismo PPSOE conjuntamente con CIU son alumnos aventajados) que han estrangulado a la población han creado una semilla de rencor, una tensión social que la extrema derecha sabe utilizar para introducirse como alternativa y propagarse. Llevamos una década de crisis económica y de estallido del sistema, las condiciones materiales de todas nosotras son mucho peores, lo cual dificulta, y mucho, debatir en igualdad de condiciones así que la mejor receta será hablar claro, abandonando tacticismo y sin pretensiones electoralistas. Y para hablar claro se tiene que constar varias verdades: que las personas que no quieren la independencia no son, de facto, fascistas; y que las personas que condenan la agresión policial del 1O y la represión de estos días en Cataluña no son, per se, independentistas.

Sería un error imperdonable no leer lo que pasó el fin de semana del 7 y 8 de octubre. Mientras el sábado el protagonismo lo tenía la iniciativa "¿Hablamos?", que desde la perspectiva catalana puede parecer naif pero dentro del contexto del resto del Estado confronta con el centralismo más rancio, el domingo era el día del unionismo y la negación al derecho a decidir. Desde algunos sectores se ha cometido el error de mezclarlas y decir que eran lo mismo, cuando tenían objetivos prácticamente antagónicos. Una cosa es ver las fuertes limitaciones que presenta la iniciativa de las camisas blancas en un estadio de represión y la otra no ver que al menos 10 plataformas de ultraderecha convocaban a la segunda manifestación, ¡no es lo mismo! Y ya que estamos, tan error es no denunciar las organizaciones fascistas y su violencia (el domingo, como no encontraron contramanifestación atacaron a población inmigrante) como entender que todo el mundo que se tragó el "no-nacionalismo" de Vargas Llosa en Barcelona son extrema derecha. No todo el mundo sabe qué hay detrás de SCC y no todo el mundo que no quiere la independencia de Cataluña lo hace desde el fascismo. Combatir la oscuridad también comporta no regalar gente al lado oscuro.

Nuestras vecinas no se debaten entre franquismo e independentismo, por mucho que haya interés al fomentar esta polarización y caricatura. Analizando la participación del 1 de octubre vemos que en la zona metropolitana hay municipios con una baja participación pero que, en cambio, sí se movilizaron el 3 de octubre en contra de las actuaciones policiales y de la represión, esto sin contar la cantidad importante de gente que decidió ir a votar como acto de protesta ante las actuaciones policiales y la retirada de urnas. La experiencia de estos días nos muestra que para conseguir los objetivos marcados desde el independentismo se tiene que llegar a alianzas más amplias que interpelen a actores con otras reivindicaciones que puedan andar juntas. Esto no quiere decir que nadie renuncie a nada, ninguna marcha atrás, pero hace falta que apostemos por espacios donde el independentismo se encuentre con alguien más con quien hablar que no sea él mismo y también donde las reivindicaciones democráticas, la defensa del derecho a la autodeterminación, la lucha de los movimientos sociales o el movimientos antirepresivos se conecten. El desbordamiento vivido con los Comités de Defensa del Referéndum, llenos de gente no militante que ha tenido su primera experiencia política durante estos días, nos marcan el camino: unidad mucho más allá de las siglas de cada espacio, unidad de acción desde las reivindicaciones democráticas, unidad en contra de la represión.

Esta unidad y mirada ancha también tiene que ser clave para abrir un proceso constituyente que nos recoja a todas, que sirva para poner delante de todo las necesidades de la gente y no los intereses de las élites, que nos devuelva nuestra dignidad y acabe con el estrangulamiento que llevamos aguantado tanto tiempo. Aquí no nos podemos dejar a nadie fuera, aquí necesitamos estar todas para vacunarnos contra la oscuridad y para ser fuertes, porque todo esto sirva de alguna cosa. Unidas venceremos el miedo.

Gertrudis Conde, concejala de Fem Poble y miembro de Podemos

Enver Aznar, concejal de Som VNG, miembro de Podemos y militante de Anticapitalistas.

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