El 15 del mes que ya despedimos se constituyó el nuevo pleno y tenemos nueva alcaldesa de Vilanova i la Geltrú. El numerito de los días y las horas previas configuraron un espectáculo vergonzoso sin precedentes en la política local. Más allá de las valoraciones que podamos hacer de la naturaleza del pacto y del contenido programático (o de su ausencia), que ya hicimos colectivamente como grupo, el espectáculo y la evolución de los acontecimientos apuntan cuál es el verdadero carácter del próximo gobierno. De un gobierno independentista con mayoría de izquierdas se pasó, en pocas horas, a un gobierno independentista con mayoría absoluta -ser de izquierdas, quizás, es secundario ahora mismo-. En resumen, la lógica que hizo que JxCat y la CUP regalen la alcaldía a ERC nada tiene que ver con nuestra ciudad de la misma manera que el rechazo al PSC, que debería hacer una reflexión de por qué está tan aislado, poco tiene que ver con las políticas que han comportado la degradación y parálisis de nuestra ciudad.
Es en este punto cuando aparecen dudas. ¿Qué modelo de ciudad representa un gobierno independentista? ¿La gestión pública o la gestión privada de los servicios municipales? ¿El cuidado de las calles o la inacción, y consecuente degradación, de los últimos años? ¿Encontrar una solución al verdadero problema de la deuda o seguir sufriendo la losa, haciendo honor al dicho "quien día pasa, año empuja"? Si buscamos ejemplos el más inmediato es el actual gobierno de la Generalitat, que pasará a la historia como el peor (con 20 años de pujolismo tiene mucho mérito) y del cual las únicas acciones que le conocemos es intentar privatizar el máximo de servicios posibles con iniciativas al estilo Ley Ómnibus (qué lejos ha quedado el gobierno de Mas apoyado por Sánchez Camacho) como la llamada Ley Aragonés. ¿Es esto lo que nos espera? Mal favor le hacemos también al independentismo o la lucha por el derecho a la autodeterminación si en su nombre se mantienen políticas continuistas con las que nos han llevado hasta la situación actual.
Hemos perdido la oportunidad de pasar página de la sociovergencia, ya que para pasarla lo que hacía falta era no morirse de ganas de convertirse en ella. Desde las pasadas elecciones no se ha hablado lo más mínimo de las necesidades de la gente vilanovesa y mucho de que sin los convergentes no se haría nada. No ha estado sobre la mesa en ningún momento a la hora de conformar gobierno ninguna medida concreta, sólo principios generales y las decisiones que se han tomado o se puedan tomar a partir de ahora marcarán la posibilidad de sacar algo útil estos próximos 4 años o vivir en un chantaje emocional-nacional permanente como pasa en la Generalitat. En cualquier caso, la realidad seguirá allí, testaruda, sin piedad. Actuando más allá de los titulares, los actos de protocolo, los tuits y las ruedas de prensa de última hora. Y ahí es donde estaremos nosotros, construyendo democracia con la gente sin voz, que no se deja pisar ni por los bancos ni por los políticos de turno.