
Un estudio encabezado por Rubèn López Vales, investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha servido para demostrar que la administración de maresina, un lípido derivado de los ácidos grasos omega-3, tiene efectos terapéuticos mayores que el famoso riluzol (único fármaco aprobado en Europa para combatir esta enfermedad). Lo explica el Diario.es.
El proyecto ha probado con éxito la eficacia de este componente en animales, ya que reduce la inflamación y frena la progresión de la enfermedad: “Si podemos suplir el déficit en la producción de maresinas con su administración de forma exógena, reduciremos la inflamación en el sistema nervioso y frenaremos o ralentizaremos la progresión de la ELA”, explica el mismo investigador.
Es la primera vez que hay una investigación basada en estudiar los mecanismos que resuelven la inflamación en el sistema nervioso en el ámbito mundial, ya que “hasta ahora, la mayoría de los estudios de investigación se han focalizado en la etapa de activación del proceso. Nosotros nos hemos centrado en otra fase de la inflamación porque, cuando hay una respuesta inflamatoria, siempre hay una fase de resolución. Esto nos ha permitido identificar que las maresinas son unos mediadores clave”, precisa Rubèn López Vales.
ANALOGÍA AUTOMOVILÍSTICA
Para entenderlo mejor, el investigador propone una analogía: “La inflamación crónica sería como una autopista llena de coches a consecuencia de un accidente y estos vehículos serían las células inmunitarias. Hasta ahora —continúa—, los fármacos intentaban bloquear las entradas de los coches a la carretera para evitar un colapso mayor, pero después de nuestra investigación, hemos conseguido trabajar en la retirada del automóvil accidentado que permitirá la recirculación de los coches”, aclara.
Sin embargo, para alcanzar unas conclusiones tan útiles, se han tenido que superar algunos hándicaps tradicionales en nuestro país. Para Rubèn López Vales, “en España los recursos económicos destinados a la investigación son muy limitados, cosa que deriva en proyectos demasiado garantistas. En nuestro caso, el hecho de tener una dotación que apueste por proyectos innovadores nos ha permitido hacer estudios complejos. La medicina y la lucha contra la ELA avanzan cuando la financiación permite investigaciones de alto riesgo, esto mejora la excelencia científica porque, obviamente, tienen un impacto global en nuestra sociedad”, concreta.
OTROS FRENTES EN LA LUCHA CONTRA LA ELA
En la Universidad CEU San Pablo, la investigadora Carmen María Fernández-Martos lidera otro de los proyectos iniciados en el anterior acuerdo entre la Fundación “la Caixa” y la Fundación Francisco Luzón. En este caso, el proyecto estudia el papel neuroprotector de la leptina, hormona relacionada con la obesidad. El equipo ha conseguido desarrollar un modelo animal único para investigar los mecanismos relacionados con la leptina y buscar nuevas dianas terapéuticas.
Paralelamente, el proyecto liderado por Óscar Fernández-Capetillo del CNIO se centra en el papel del estrés nucleolar en la ELA. Ya se han identificado varias mutaciones genéticas relacionadas con la enfermedad y este proyecto busca comprender mejor su mecanismo y desarrollar terapias para contrarrestar su toxicidad.
Por otro lado, la Fundación Miguel Servet – Navarrabiomed también acoge una de las investigaciones promovidas por el convenio. De este modo, Maite Mendioroz e Ivonne Jericó están utilizando la técnica de la biopsia líquida, basada en el análisis de sangre, para identificar fragmentos de ADN liberados por las neuronas enfermas de pacientes con ELA para obtener información genética y ayudar a identificar biomarcadores de diagnóstico y progresión de la enfermedad.
Finalmente, el Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Sales del CSIC está desarrollando un compuesto que busca restaurar la funcionalidad de la proteína TDP-43, modificada en pacientes con ELA. Ana Martínez y su equipo han demostrado que este compuesto es eficaz para prevenir la muerte de las neuronas motoras.