Preservar el delta del Ebro a corto y medio plazo de la amenaza que supone el cambio climático y la subida del nivel del mar es posible mediante acciones combinadas de adaptación y mitigación con una inversión económica asumible por las administraciones. Esta es la principal conclusión que el proyecto Life Ebro-Admiclim pone sobre la mesa a su finalización, después de cuatro años de investigación y pruebas piloto por parte de un equipo de siete organismos coordinados por el IRTA. De momento, los investigadores no se atreven a poner una cifra económica global. Remarcan, sin embargo, que transportar los sedimentos necesarios desde el embalse de Riba-roja d'Ebre –con un sistema que podría costar unos 10 millones de euros-, levantar guardias costeras interiores o aplicar medidas agronómicas para reducir las emisiones de metano del cultivo del arroz resultará más efectivo y mucho menos costoso, en términos económicos, que mantener productivo el espacio mediante la construcción de defensas exteriores y el bombeo constante de agua salada en un Delta que podría quedar mayoritariamente bajo el nivel del mar en pocas décadas. La imagen de un delta del Ebro con la mitad o más de su superficie cubierta por el mar ya no pertenece únicamente a las visiones más alarmistas o de la ciencia ficción. "Esto es lo que pasaría si no hacemos nada. Que quede muy claro: si mantenemos el sistema como ahora, esto pasará casi seguro en cualquiera de los escenarios", precisa el investigador del IRTA y coordinador del proyecto Life Ebro-Admiclim, Carles Ibàñez. Efectivamente, las proyecciones señalan que, fruto del cambio climático, el nivel del mar crecerá entre medio y un metro a finales de siglo. Suficiente para que muchos de los espacios -localizados gracias a sensores vía satélite-, afectados ya por una subsidencia que hunde progresivamente el suelo deltaico entre 1 y 5 milímetros anuales, queden bajo el agua salada. La inundación, además, agravaría de forma considerable otros problemas actuales, como la salinización, afectando de forma negativa al cultivo del arroz. La línea de costa tampoco ya puede hacer frente a la fuerza del mar y retrocede de forma acelerada: hasta 15 metros al año en la zona de la desembocadura y unos tres en Riumar como consecuencia de la regresión. Con la participación de siete organismos e instituciones coordinados por el IRTA –la Comunidad de Regantes de la Izquierda, la ACA, el Consorcio de Aguas de Tarragona, el Instituto Geográfico y Cartográfico de Cataluña, la Oficina del Cambio Climático y la Universidad de Córdoba-, el proyecto Life Ebro-Admiclim ha buscado soluciones a este monumental reto desde dos vertientes: por un lado, desde la necesidad de adaptar el espacio natural y sus actividades al escenario del cambio climático. Del otro, buscando estrategias para mitigar las causas del fenómeno, también vinculadas a la naturaleza de la propia zona y la producción del arroz como generadores de gases de efecto invernadero. Iniciado en junio de 2014, el proyecto se cierra después de cuatro años de duración y unos 2,2 millones de euros invertidos a finales de este mes de mayo. Las conclusiones son moderadamente optimistas. "Haciendo las acciones adecuadas, combinando las defensas interiores de las bahías y aportando sedimentos a las zonas más vulnerables y bajas, con una inversión razonable podremos resistir con buenas condiciones a lo largo de este siglo. Esto son buenas noticias. No creemos que la situación del Delta en las próximas décadas sea catastrófica o irreversible. Otra cosa será el siglo que viene: con subidas del nivel del mar previstas de entre dos y tres metros la cosa se complica", razona el coordinador. Necesidad imperiosa de sedimentos El transporte de los sedimentos retenidos en los embalses del tramo final del Ebro ha sido una de las prioridades principales en el ámbito de las medidas de adaptación. Una cuestión absolutamente central para el futuro del Delta y sus ya endémicos problemas de subsidencia, regresión y, en adelante, la pérdida de elevación por la subida del nivel del mar. La solución más sostenible a largo plazo, según las conclusiones del proyecto, pasa por facilitar e incrementar de forma ostensible la aportación de sedimentos. Centrado en la investigación en este vertiente, Ibáñez y su equipo han calculado la cantidad necesaria que anualmente podría necesitar el Delta para sobrevivir a todas estas amenazas. Lo ha hecho midiendo la capacidad del río y de los canales para poder transportar los limos que han quedado retenidos, específicamente, en el embalse de Riba-roja. "Antiguamente, bajaban y llegaban a la desembocadura evitando la regresión y a los arrozales evitando la subsidencia. Pero en las condiciones actuales el río ya no tiene capacidad de transporte que tenía antes de los embalses", apunta. Junto con la Universidad de Córdoba, han estudiado el potencial del Ebro para arrastrar sedimentos –arenas, principalmente- en episodios como la reciente avenida de esta primavera. Es el mecanismo natural que, con una frecuencia actual de unos dos o tres años, mejor puede contribuir a esta tarea. También trabajan para determinar cómo en condiciones de caudal habituales puede aportar sedimento más fino. "Hay posibilidades reales de transportar un millón de toneladas al año de los embalses hacia el Delta", sostiene Ibáñez. Esta es, de entrada, la cifra mínima que requeriría anualmente la conservación del espacio. Gracias a los estudios que han permitido localizar mejor los espacios más vulnerables y bajos, los sedimentos se podrían aplicar selectivamente para conseguir frenar la regresión y la subsidencia. Una solución, tampoco exenta de problemas en el largo plazo: "a medida que la subida del nivel del mar se acelere tendremos que aportar más sedimentos para mantener la elevación". Hasta 4 millones de toneladas a finales de siglo, calcula. "Una cifra más difícil de alcanzar", admite. Sobre el terreno, a lo largo de estos cuatro años se han efectuado pruebas piloto y se ha diseñado un proyecto para que los fangos de la depuración del agua del minitrasvase pueda ser devuelto a los arrozales. Una contribución "pequeña pero significativa", de unas 1.000 toneladas anuales. El gran reto que plantea el proyecto Life Ebro-Admiclim es, sin embargo, habilitar un sistema viable para transportar los sedimentos que se acumulan en el pantano de Riba-roja d'Ebre hacia el Delta aprovechando las riadas y también de forma permanente. Aunque existiría la posibilidad de vaciar el pantano, un planteamiento no exento de problemas fruto de intereses diversos, Ibáñez y su equipo trabajan en un dispositivo de dragado y bombeo de limos desde el mismo embalse. Un proyecto que podría suponer un coste de unos 10 millones de euros. "No hablamos de cifras astronómicas. Es quizás lo que vale un kilómetro de vía del AVE o menos. Son soluciones técnicas asumibles para el gobierno estatal y de la Generalitat, si asumen esto como prioridad", avisa Ibáñez. Guardias interiores contra diques exteriores El mecanismo de aportación de sedimentos se plantea como una de las estrategias principales en el ámbito de la adaptación al cambio climático, complementada por otras actuaciones. Adicionalmente, los investigadores proponen habilitar guardias costeras de defensa de un metro y medio de altura en la costa interior de las bahías del Fangar y los Alfacs -como las que proyecta el gobierno español-, que actuarían a modo de contención ante la subida del nivel del mar en una zona donde el embate directo de los temporales es mucho menor. Paralelamente, consideran que hay que conservar las playas de la costa exterior, garantizando su máxima amplitud posible, para que puedan actuar coma a "diques de forma natural". "Dependiendo del tramo de costa que hablamos tiene sentido hacer unas actuaciones u otras", asume Ibáñez. Por el contrario, considera que la recurrente demanda de muros de contención a mar abierto podría acabar resultando muchos más cara e ineficiente si se trata de mantener a cualquier precio la actual superficie deltaica. Recuerda que, técnicamente, es factible levantar diques y bombear el agua del mar que pueda penetrar en los arrozales por el subsuelo. "Podríamos cultivar arroz estando medio metro por debajo del nivel del mar y evitando que se inundaran los arrozales. Se puede hacer, pero tiene unos costes económicos mayores y, a largo plazo, serían tan elevados que en las zonas más bajas ya no tendría sentido continuar cultivando", apunta. Un escenario que supondría también un incremento de la salinidad del suelo, un aspecto altamente perjudicial para la producción. La lucha contra el cambio climático y sus efectos en el delta del Ebro, sin embargo, no pasa sólo por todas las medidas de adaptación propuestas. El otro gran ámbito del proyecto Life Ebro-Admiclim se centra, precisamente, en la mitigación de las causas que lo originan. En el caso concreto del Delta, aunque a priori pueda resultar sorprendente, actuando sobre las emisiones que generan el cultivo del arroz y los humedales. De hecho, según recuerda la investigadora del IRTA Maite Martínez Eixarch, globalmente este cultivo supone el 47% de las emisiones de metano de origen humano, aunque en Cataluña suponen menos del 1% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero. Los arrozales del Delta, con unas condiciones de inundación y poca circulación de oxígeno en el suelo, producen unas 10.500 toneladas de este gas anualmente. La investigación quiere aportar prácticas agronómicas que, sin generar costes añadidos o pérdidas de producción, puedan reducir significativamente estas emisiones. Reducir el metano de los arrozales A partir del estudio y la monitorización mensual de 28 campos distribuidos por todo el Delta, considerando las diferentes variables, prácticas de cultivo y condiciones biofísicas, los investigadores han constatado que hasta el 70% de las emisiones anuales se concentran en el momento posterior a la siega, justo después de incorporar al suelo la paja de arroz. "Se pone mucha materia orgánica en el suelo a disposición de las baterías que producen muchas emisiones", apunta Martínez. Hacer compatible la presencia de esta paja, que mejora la calidad del suelo, lo fertiliza y también permite evitar la subsidencia, con el mínimo de emisiones posibles es uno de los retos que ha dejado sobre la mesa el proyecto. También se ha estudiado cómo gestionar la lámina de agua: el segundo período de mayores emisiones es en julio, coincidiendo con la fase de mayor actividad fisiológica. En este caso, las pruebas de un sistema de riego intermitente, evitando introducir agua en los campos durante controladamente durante ciertos períodos de tiempo para favorecer la difusión de oxígeno, han permitido reducir el metano liberado en un 90% en parcelas controladas. Ponerlo en la práctica a gran escala resultaría "más complicado" y obligaría a adaptarse a cada caso, asume la investigadora. El fenómeno estudiado en los arrozales es igualmente observable, por su misma naturaleza, en los humedales, que también emiten metano, pero al mismo tiempo tienen una gran capacidad de absorber, de "secuestrar" el carbono de la atmósfera. "En fases posteriores queremos ver el balance", apunta. Adaptación y mitigación, según recuerda Martínez, no son pero dos estrategias que caminan paralelas, sin puntos de conexión. "Por ejemplo, la inyección de sedimentos que llegaran más a los arrozales, fomentaría más el secuestro de carbono", apunta. "Las acciones climáticas que se despliegan en el Delta no se pueden mirar de forma aislada, sino integrarlas en las diferentes implicaciones de otros sectores y de forma global. Lo que ha resultado interesante del proyecto Life es que ha tenido en cuenta los diferentes sectores y actividades, cómo se relacionan entre ellas para optimizar al máximo las acciones de lucha contra el cambio climático", añade. Un ejemplo que requeriría de forma práctica esta implicación transversal sería la mejora de la gestión de los filtros verdes, espacios de humedales que el Estado ha habilitado en el Delta para que actúen como espacios de limpieza y filtrado de sustancias como el nitrógeno y los fósforo que probó de los arrozales. "La capacidad de los filtros depende de la gestión del agua y es así como podemos optimizar su función", apunta, recordando la necesidad de implicar conjuntamente tanto los agentes ambientalistas como los sectores productivos del Delta en esta mejora.
El costo de preservar el delta del Ebro del aumento del nivel del mar
25 de mayo de 2018 a las 10:19h
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