El artista y director de la Fundació Tàpies, Carles Guerra, regresa a su Amposta natal con una exposición en la que reflexiona sobre el trabajo y la productividad vinculada al mundo de la cultura y el arte. 'Trabajos. Sin compensación', reúne varias piezas que Guerra elaboró en la carpintería de su padre a principios de los años 90, algunas de las cuales formaron parte individualmente de varios proyectos y habían sido ya expuestas, pero en ningún caso de forma conjunta. Plataformas, óvalos, escenarios giratorios de madera o imágenes que, más allá de un significado propio, reflejan unas condiciones particulares de trabajo y quieren reivindicar su condición local. La muestra, que se inaugura este próximo sábado 17 de noviembre por la noche, se podrá visitar en el Centre d'Art Terres de l'Ebre-Lo Pati hasta el día 20 de enero. "Crean un ambiente conjunto para acabar hablando del trabajo, cómo se ha transformado y sus diferentes acepciones", reflexiona el propio Guerra, a lo largo de una visita guiada a la exposición. El tránsito de una identidad basada en el proceso de creación pictórica hacia otros ámbitos relacionados, como la docencia, la investigación o la gestión cultural –actualmente director de la Fundació Tàpies, y anteriormente de la Virreina o el Macba-, a partir de la ruptura que supone su elaboración más industrial. Esto permite al artista "desengancharse de una práctica muy ideologizada, especulativa y fantasmal" dentro del mundo de la pintura.
Así pues, a través de cuestionar la forma de trabajar artística, Guerra quiere explorar el mundo del trabajo y la productividad aportando piezas recuperadas como plataformas de madera con un gran cristal encima con un estallido de tinta negra que quiere simbolizar la aureola de las representaciones sagradas. Unos espacios que servirán también de escenario para actuaciones musicales y performances diversas dentro del Pati, y que quiere recordar, en cierta forma, el impacto sobre el artista que tuvo su visita a la URSS de los años 90 y la "sacralización del trabajo" que se hacía.
También su papel en el contexto del actual hipercapitalismo. "Para lo bueno, y para lo malo, el trabajo artístico anticipa el desarrollo de un capital que se adelanta a las innovaciones sociales. Las innovaciones positivas se las reapropia y las hace trabajar en beneficio propio", abunda. Gráficamente, compara cómo el ambiente bohemio de trabajos de los pintores se ha acabado trasladando a los nuevos mánagers, que se ocupan de sus tareas de forma solitaria y al margen de horarios. "Esto también crea una esclavitud cuando se explota y trabaja obras infinitas".
Reivindicación local
Para Guerra, además, la exposición representa también la oportunidad de poner en valor y reivindicar la condición de local, a menudo menospreciada y menospreciada, a partir de unas obras que elaboró en su lugar de trabajo hasta la adolescencia: el taller de carpintería de su padre. Esta experiencia, así, le da respuesta a la "necesidad de volver a las cosas concretas", a la que se suma el componente sentimental y familiar. "Son obras que quieren dejar de ser pintura pero que se pueden ver como pinturas", resume.
Este peso del componente local se expresa también en las referencia a la infancia, la escuela donde iba se ubica justamente donde se encuentra ahora lo Pati, y allí ha plasmado un mural negro con las marcas fluorescentes de las pelotadas que daba de pequeño jugando con la pared. También está presente la vinculación entre el contexto local y laboral con la explotación comercial de la imagen de la juventud, que construye a partir de un proyecto de escenario giratorio para el grupo de música Atzucac, formado por amigos suyos.
Guerra cederá las obras de esta exposición al fondo de Lo Pati, con la voluntad de engrandecer su patrimonio artístico como espacio que pueda explicar la tradición artística de las Terres de l'Ebre en el futuro.
