El director general de Patrimonio Artístico y Cultural de la Generalitat que compró las 44 obras de Sixena que hasta el pasado 11 de diciembre estaban en el Museo de Lleida, Jordi Bonet, ha asegurado que las adquirieron para ''salvarlas'' y ha recriminado a Aragón que ahora ''no vale cambiar la realidad y decir que las usurpamos''. En una entrevista concedida a la ACN, Bonet lamenta que a quienes en su día les habría tocado conservar el patrimonio, es decir, el gobierno de Aragón, no mostraron interés en comprar las obras a las monjas con ''la excusa de que no tenían dinero''. Asimismo, quien fue máximo responsable del patrimonio cultural entre los años 1981 y 1984, remarca que la Generalitat pagó a las monjas lo que se les pidió por las obras, 10 millones de pesetas, ''sin regatear nada'' y con previa autorización del gobierno de Aragón. Bonet defiende que lo hicieron con el doble objetivo de proteger un conjunto artístico que se podía ver disgregado por medio mundo y porque la comunidad de religiosas necesitaba dinero para financiar el monasterio que se estaban construyendo en Valldoreix.
Aunque de muchos ''pequeños detalles'' no se acuerda porque hace una ''pila de años'', de la compra de los bienes de Sixena Jordi Bonet remarca que antes de seguir adelante con la operación se puso dos veces en contacto con el gobierno de Aragón. La primera fue para explicarles que en Cataluña había estas piezas que provenían de una parte de su comunidad y que, por lo tanto, debían hacerse cargo. Ante la negativa, volvieron a ponerse en contacto para informarles de que, si ellos no estaban interesados, la Generalitat las compraría. Desde Aragón fueron claros al asegurar que no tenían dinero para comprarlas y Bonet pensó enseguida que "era una excusa" y que, por lo tanto, "no les interesaban''. En este sentido, siguió adelante con la compra entendiendo que hay aspectos que a menudo no se valoran "por ignorancia'' hasta pasados los años. Defiende que si Cataluña no hubiera adquirido todas las obras en un mismo lote ''se habrían esparcido'' y la colección hubiera quedado descompuesta. Bonet recuerda que hasta hace una década, Vilanova de Sixena había formado parte del Obispado de Lleida desde el siglo IX, más de 1.000 años, y que por lo tanto, la lógica es que las obras fueran al Museo de Lleida porque ''tanto les daba en Zaragoza''. No obstante, cree que en el momento en que las obras han tenido un valor, desde la parte aragonesa se ha querido hacer ver ''como si nosotros, en lugar de protegerlas y salvarlas, nos las hubiéramos querido quedar sin pagar nada, y pagamos lo que se nos pidió''. Diez millones de pesetas, ''sin regatear'', reitera el ex responsable de patrimonio del Gobierno, que también añade que ésta era una de las tareas propias de su cargo. Documentar la compra de unas obras que estaban en Cataluña Bonet recuerda que las obras ya estaban en Cataluña en el momento de la adquisición y que cuando las fue a ver estaban en un estado de conservación ''normal'', propio del "valor que no supo dar la gente que eran los propietarios''. Entonces se encargó de documentar todas las compras, un hecho que la sentencia provisional ha puesto en duda para justificar su devolución a Aragón. Bonet lamenta que todo haya acabado en los juzgados y no tiene ninguna duda de que la situación tiene un trasfondo político que se sustenta en la base de que ''Aragón no sería nada si no hubiera sido por Cataluña''. Cabe destacar que durante el juicio que se celebró en febrero de 2015 en Huesca para determinar la propiedad de las piezas, no se citó a declarar a Bonet para explicar cómo fue el procedimiento de compra. Una iniciativa de las monjas de Sixena Fueron las mismas monjas de Sixena las que ofrecieron las obras a la Generalitat. La orden religiosa tuvo que marchar del monasterio de Vilanova de Sixena en los años setenta por su mal estado de conservación y se integraron en la orden Sanjuanista de Barcelona. Las monjas querían hacer un nuevo convento en Valldoreix y necesitaban dinero para financiarlo. Es por eso que decidieron vender las obras del monasterio y fue entonces cuando intervino Bonet con la doble función de preservar el patrimonio y evitar que las monjas se quedaran sin techo. Finalmente, y en relación a las críticas que han llegado desde Aragón sobre el estado de conservación de las obras en Cataluña una vez han sido trasladadas a Sixena, Bonet niega rotundamente que no se hayan cuidado lo suficiente y reprocha a los aragoneses que cuando debían hacerse cargo se desentendieron alegando que no tenían dinero. En este sentido, encuentra lógico que las piezas hayan estado todos estos años en el Museo de Lleida, que está mucho más cerca de Sixena que Zaragoza, ya que hay ''un desierto de por medio que ahora se ha mirado de regar''. Por todo ello, Bonet cree que cuando se quiere defender una decisión "prácticamente indefendible, sin darse cuenta uno acaba diciendo mentiras'' y eso es lo que ha acabado pasando con Aragón y la justicia que ha ordenado el traslado.
