Hace unas semanas, supimos a través del Diario Oficial de la Generalitat de Cataluña que el Consejo del Asociacionismo Cultural reconocía y admitía la Asociación Agrupación de Peñas y Comisiones Taurinas de las Tierras del Ebro. Esto se traduce en la aceptación del maltrato animal como una parte de la cultura catalana.
Esta decisión sorprende, porque el origen del asociacionismo cultural —como también se menciona en el Plan del Asociacionismo Cultural de 2014— son las ideas de un hombre que creía en el progreso, Josep Anselm Clavé.
Clavé aspiraba a la unión social a través de la cultura, especialmente de la música, no en vano su proyecto arranca con las sociedades corales que fundó para aumentar el nivel cultural de la clase obrera. A todo el movimiento social que creó a través del canto coral, fue sumando otras actividades culturales de todo el territorio. Todo ello desembocó en el Consejo del Asociacionismo Cultural. El lema fundacional de la sociedad coral de Clavé (llamada primero La Fraternidad y posteriormente Sociedad Coral Euterpe) era "Progreso, Amor y Virtud", tres palabras muy alejadas de la práctica de los correbous, por mucho que alguien se empeñe en asegurar que es el amor por el toro lo que le lleva a prender fuego a los cuernos.
Volvamos, sin embargo, a la idea inicial de Clavé, un progresista que quería hacer a la clase obrera un poco más culta y aportar herramientas para crear un criterio propio sobre el código ético y moral. Parece que actualmente se persiga lo contrario: nos llega la noticia, desde la misma Generalitat, de que este recorrido no ha servido de nada, una vez institucionalizado. Porque a estas alturas se acoge a una agrupación de correbous como un rasgo cultural de Cataluña, como un rasgo identitario de las Tierras del Ebro. El hecho de que lo aceptara la política ebrense ya era bastante escandaloso, pero es que ahora lo acepta toda Cataluña.
Da vergüenza ajena ver la lista de asociaciones pertenecientes al Consejo del Asociacionismo Cultural. Encontramos música, danza, juegos tradicionales, grupos castellers, grupos de diablos, fotografía, cine… y, en el penúltimo apartado, "Ámbito de fiestas tradicionales con toros". Como era previsible, se ha abierto un apartado nuevo, quizás porque cuesta encajar los actos taurinos en el mundo cultural.
¿Cómo podemos poner el maltrato animal a la altura de actividades pacíficas artísticas y lúdicas? ¿Cómo hemos llegado a este punto? Estamos hablando de aceptar los correbous en todas las modalidades, toro ensogado y embolado incluidos. Quizás la intención es, en lugar de progresar, retroceder, disfrutar de la violencia. Y esto se contradice con los orígenes culturales catalanes y con el camino que parecía que había emprendido Cataluña, con una fachada pacifista que se desmorona tan pronto como ponen un toro en la plaza para maltratarlo con el beneplácito de la Administración.
Desgraciadamente, las desgracias no vienen de una en una. El mismo mes de noviembre también nos llegaba la fantástica noticia de que la FURV (Fundación de la Universidad Rovira i Virgili), entidad creada para —citamos textualmente— "fomentar las relaciones entre la Universidad Rovira i Virgili (en adelante, URV), la sociedad y el entorno socioeconómico, fomentar la investigación y la innovación y la formación continua, y constituirse como estructura que canalice y vehicule la transferencia de conocimientos y de tecnología de la URV", repartirá entre diversos proyectos casi medio millón de euros. Entre estos proyectos, hay una tesis titulada "La fiesta de los toros en las Tierras del Ebro. Impacto económico". No nos detendremos a analizar cómo se le puede ocurrir a alguien del circuito académico emprender un trabajo de investigación sobre este tema; sea como sea, ha obtenido fondos para investigar, junto a propuestas como "El Yacimiento Protohistórico del Azud de Tivenys".
Al menos, la semilla de la vergüenza es el hecho de que la investigación se centre en el ámbito puramente económico. Sinceramente, creemos que no hace falta investigar mucho para ver que la explotación, en cualquier forma, es un negocio rentable para quien la ejerce, pero las consecuencias las sufre el explotado. Si se tratara de personas pondríamos el grito en el cielo (imaginemos que la propuesta se titulara "La prostitución. Impacto económico"). Por suerte para algunos —o para muchos, ya nos lo aclarará la tesis—, son animales y no hablan. Y aquí es donde está la raíz del problema: parece que el dinero lo puede todo.
¿Cuándo investigaremos el impacto ético y moral de los actos taurinos? La "fiesta" de los toros (nombre bastante cínico, por cierto) impacta psicológicamente a los niños: los hace menos empáticos o, por el contrario, más sensibles al sufrimiento. Que no nos extrañe la concepción de un proyecto de investigación de estas características, cuando llevamos a los pequeños a la plaza a oír cómo brama un animal. Después aún nos diréis "abrazaarboles".
Lo queramos o no, la economía constituye la base de la sociedad en la que vivimos. Ahora bien, no lo es todo. Y menos cuando hablamos de la vida. No se puede equiparar una vida con el dinero, no se puede equiparar la dignidad con el dinero. Y es justamente lo que estamos haciendo cuando damos apoyo económico a investigaciones de este tipo en una universidad pública.
El mensaje que entendemos es que, si son rentables, el sufrimiento y la humillación son aceptables. Así es la sociedad que estamos construyendo. Es hacia aquí que "avanzamos". Hacia el pasado.
Nídia Capafons Plataforma Alternativa a la Fiesta Taurina Tierras del Ebro