La crisis de la COVID-19 ha provocado cambios en el día a día de la ciudadanía, como un agravamiento de la situación económica o nuevos hábitos en relación con las conductas de higiene y de concienciación hacia la prevención de enfermedades y de contagios. Ahora bien, en este "corto" período también se han producido una serie de cambios que han afectado gravemente a las libertades individuales de cada uno de los miembros que forman parte de la sociedad. Mi pregunta es: ¿hasta qué punto somos conscientes de la fragilidad y debilidad de nuestras libertades individuales?
Permítanme citar y hablar sobre un libro escrito por George Orwell en 1948, titulado 1984, en el que justamente habla de una historia en la que el Gran Hermano lo vigila todo. ¿Cómo lo vigila? A través del control policial y, también, a través de las cámaras y de la gente que delata. ¿Les recuerda a algo?
En este sentido, pienso que esta crisis ha afectado en gran parte a perder derechos, pero lo que sobre todo ha demostrado es lo fácil que es "abolirlas" (si se me permite utilizar esta palabra, al menos la utilización en el sentido de decir que se pueden abolir en un período que esperamos que sea corto y justificado). Ahora bien, al fin y al cabo, tu libertad durante estos más de 50 días de estado de alarma se ha reducido considerablemente en tanto que se han creado unas reglas de conducta para poder paliar el avance de la pandemia.
Si lo miramos fríamente y seguramente sea algo obvio, de un día para otro, en un abrir y cerrar de ojos, pasamos de ser "completamente libres" (un término que también podríamos debatir si es ampliamente utilizable o no) a pasar a estar las 24 horas del día en control. Actualmente, con la llamada desescalada es patente cómo, por ejemplo, con el permiso de poder salir a correr o pasear (en definitiva, a hacer deporte o airearnos) durante un rato al día nos ha podido parecer algo magnífico, celebrado por muchos o, incluso, estos días en que diferentes territorios entran en fase 1, ya nos sentimos las personas más libres del mundo. Yo, concretamente, cuando lo escuché, primero sentí alegría, pero después reflexioné sobre la situación y me hice la pregunta que planteaba hace sólo unos instantes.
Dentro de estas pérdidas de libertades, aún debemos sumar esta parte de la sociedad que en vez de colaborar para no perderlas aún se dedica a hacer de vigilante del "bien" desde los balcones. ¿Y si nos preocupamos de cuidarnos cada uno de él/ella mismo/a y dejar de señalar a las otras personas?
Me gustaría también citar una frase pronunciada por Nelson Mandela que dice "ser libre no es sólo deshacerse de las cadenas de uno mismo, sino vivir de una manera que respete y mejore la libertad de los demás" y creo que en esta frase hay algo de lo que entre todos y todas deberíamos tomar más conciencia, es decir, el sentido colectivo. Ayudarnos los unos a los otros y pensar en uno mismo pero también en el resto. A partir de aquí las preguntas que me surgen son: ¿qué hubiera pasado en una sociedad en la que hubiera más sentido colectivo? ¿Hubiéramos podido controlar la pandemia sin caer en las normativas tan estrictas y sin perder tantas libertades? ¿Hubiéramos podido convivir siguiendo unas recomendaciones médicas y profesionales pero cada uno escogiendo y teniendo en cuenta este sentido colectivo sin perder tantas libertades individuales?
En conclusión, si es que hay alguna clara, pienso que es hora de hacer una profunda reflexión como sociedad ahora que aún estamos a tiempo y luchar y garantizar que nuestras libertades se respeten y se blinden y, también, construir una sociedad digna e igualitaria en la que todo el mundo tenga un lugar y pueda ser respetado a la vez que respeta a los demás. No sé si es demasiado idealista esta afirmación, pero, en todo caso, creo que es una afirmación para poder reflexionar sobre ella.
