Santa Coloma es la patrona de Centelles y cada 30 de diciembre desde hace más de 250 años los habitantes de Centelles salen al bosque para talar el pino más bonito y llevárselo a la iglesia. Se trata de todo un ritual que comienza algunos días atrás con la elección del árbol, este año situado cerca de la casa donde nació el urbanista Ildefons Cerdà. Hacha y sierra en mano, y después de un buen desayuno, los habitantes de Centelles han comenzado a apropiarse del árbol y se lo han llevado en carreta estibada por ganado hasta el pueblo. En homenaje a Santa Coloma, y con el ánimo de hacer el máximo ruido, 340 trabucaires han lanzado salvas durante todo el camino, hasta la Plaza Mayor. Este año el pino ha llegado a la plaza con un lazo amarillo de grandes dimensiones, donde le han recibido pancartas en los balcones con el lema 'Libertad presos políticos'. El momento más intenso de la celebración siempre es dentro de la iglesia, cuando se alza el pino sobre el altar, mientras se entona el himno de Santa Coloma. El tono reivindicativo también ha puesto el punto y final a la fiesta con gritos dentro de la iglesia de 'Libertad'.
Pólvora, mucha pólvora, algodón y barretina. Estos son algunos de los elementos indispensables para asistir a la Fiesta del Pino de Centelles cada 30 de diciembre, como hacen cada año cientos de personas, no sólo de Osona sino también de territorios vecinos. La fiesta comienza en el bosque a primera hora de la mañana, con la tala del árbol, pero no es hasta que el carro con el pino y los trabucaires entran en Centelles que la fiesta empieza a tomar otra dimensión, mucho más social y festiva. A golpes de escopeta y pólvora en mano, este año 290 de los 340 trabucaires han disparado las salvas. En esta edición de la fiesta, en la solapa de muchos de ellos se podía ver un lazo amarillo en solidaridad con los presos. El punto más catártico es, precisamente, en la Plaza Mayor cuando alrededor de las doce los trabucaires no se detienen. Unas veces lanzan salvas solos, otras al unísono con sus compañeros y compañeras trabucaires. La cuestión es hacer ruido, para avisar a la patrona Santa Coloma de que le traen el pino, como cada año desde hace muchos años. Al menos 277, que es cuando por primera vez aparece la fiesta en un documento escrito. Se trata de una fiesta participada por todo el pueblo, grandes y pequeños, todos acostumbrados a las trabucadas. Algunos desde hace más de 40 años, como Lluís Cerdà o Joan Soler. Cerdà ha explicado a la ACN el recuerdo de cuando llevaba la pólvora de otro trabucaire, "porque aún no podía llevar escopeta". "Pero a partir de los 16 años ya la pude coger, y la llevo cada año desde entonces", ha explicado. Para Lluís Cerdà, la fiesta es "pasión". Se vive con tanta intensidad "que cada año se tiene que estar", y si por alguna razón un año no se está, "sabe muy mal". En este sentido, el trabucaire Joan Soler ha explicado que la fiesta para él también es muy especial, "es la más importante del año". "Esperamos que llegue el 30 de diciembre, y una vez colgado el pino, ya piensas que vuelve a faltar un año para la fiesta", ha señalado. Con todo, para este trabucaire de pura cepa, el trabuco y la pólvora son secundarios, "porque sin estos elementos la fiesta se vive igual, intensamente, pero de otra manera". La Fiesta del Pino tiene muchos momentos diferentes: la tala del pino en el bosque, el desayuno de los trabucaires, la llegada del pino a la plaza, el baile del pino, la subida del árbol por las escaleras de la iglesia, el baile ante la iglesia, la entrada al edificio y, finalmente, el colgado del árbol y el canto del himno. Cada uno tiene su instante predilecto, ha explicado Joan Soler, pero ha añadido que es difícil no emocionarse en algún momento.