Vivir en la calle es probablemente una de las experiencias más duras que alguien podría sufrir durante el transcurso de su vida. Desgraciadamente, la falta de techo es el día a día para muchas personas en Barcelona – más de 1.380 según la Fundación Arrels – . Los factores meteorológicos o la vulnerabilidad ante las agresiones sólo agravan esta situación, haciendo de la vida de las personas sin hogar una lucha diaria. Y, a esta problemática, en los últimos años se le ha sumado la arquitectura hostil.
Paseando por Barcelona es más que probable haber pasado por el lado de algún ejemplo de este tipo de diseño sin darse cuenta. A pesar de poder parecer desapercibidos, la arquitectura hostil dificulta la vida de las personas que duermen en la calle. Según Ferran Busquets, director de la Fundación Arrels, “este tipo de elementos se ponen para evitar que una persona duerme allí o pueda hacer su vida”.
Busquets explica que desde la entidad han hablado con personas directamente perjudicadas por este tipo de construcciones. “Están muy afectados. Además, muchos encuentran un espacio aparentemente seguro y con el máximo confort dentro de las posibilidades, pero los hacen fuera y se sienten rechazados”, explica el director de Raíces.
Mediación y diálogo
Muchos de los elementos de arquitectura hostil que se ubican en Barcelona se construyen debajo de los edificios de comunidades de vecinos. De hecho, según Raíces son la gran mayoría. “Podemos entender que a veces se genere una situación de incomodidad si se sitúan justo delante del inmueble. Pero nosotros ofrecemos diálogo y mediación para intentar encontrar una solución intermedia”, explica Ferran.
La incorporación de este tipo de construcciones acaban trasladando a la persona de un lugar a otro; por lo tanto, la erradicación del ‘problema’ no pasa por este tipo de soluciones. Desde Raíces procuran sensibilizar sobre la realidad de estas personas, con el fin de evitar situaciones como estas. “Desde Raíces apelamos mucho a la responsabilidad de los vecinos y de la queja. Para mejorar su bienestar, empeoran lo del otro”.
A pesar de estar disimulados, también es fácil reconocer varios puntos en la vía pública. Es el caso de los bancos para sentarse. Los clásicos, de un tamaño habilitado para tres o cuatro personas, cada vez son más difíciles de ver. Lo más habitual ahora es verlos de forma individual o separados por apoya brazos, como por ejemplo los que se encuentran en Plaza de la Universidad.
Más de 500 en Barcelona
El año pasado se llevó a cabo el primer ‘mapeo colaborativo‘ con el objetivo de cuantificar el número de elementos de arquitectura hostil había en la ciudad. Los encargados de llevar a cabo este recuento son 400 estudiantes de 14 centros educativos de Barcelona, L’Hospitalet de Llobregat y Mataró. Hoy ha comenzado la segunda edición, con el objetivo de conocer si la cantidad ha aumentado o no. Durante 2023 se registraron más de 500 puntos con arquitectura hostil en toda la ciudad.
La problemática parece que avanza. “Está claro que cuantas más personas haya durmiendo en la calle, más arquitectura hostil encontraremos”, lamenta Ferran Busquets. Iniciativas como la de la Fundación Arrels puede servir para concienciar y localizar estos puntos. Los pinchazos, boliches y bancos individuales sólo esconden un problema que, por desgracia, sufren más personas de las que cualquiera se podría llegar a imaginar.