Una explotación de Solivella (Osona) ha sufrido un nuevo ataque del lobo. Desde que se detectó en el Collsacabra por primera vez en el mes de mayo, el ganadero ya lleva seis.
Joan Pròsper Fatjó-Vilas admite a la ACN que se siente “impotente” ante la situación.
Dice que ha seguido “al pie de la letra” las medidas propuestas por el Departamento de Acción Climática pero “no han funcionado“.
Tras el último ataque le han recomendado que cierre las ovejas toda la noche durante quince días para intentar que el lobo cambie de hábitos.
Él, sin embargo, reclama una solución que se adapte a la realidad de su explotación.
“Tienen que proteger al ganadero antes que el lobo y están haciendo al revés”, señala.
Por su parte, Acción Climática asegura que está haciendo un seguimiento del caso.
Las mallas electrificadas de metro setenta no han sido ningún impedimento para que el lobo del Collsacabra continúe con los ataques.
A pesar de la protección, proporcionada por el Departamento de Acción Climática a los ganaderos afectados, este agosto LasVillas de Cádiz ha sufrido dos ataques, uno a principios de mes y el último, la semana pasada.
Y en total ya suma una veintena de ovejas muertas.
El ganadero, Joan Pròsper Fatjó-Vilas, explica que parece como si el lobo ya hubiera encontrado la manera de actuar para conseguir su objetivo: primero las espanta, hasta que una de las ovejas tira al suelo la malla electrificada, y entonces es cuando las asalta.
La solución que le ha planteado el departamento a raíz del último ataque es cerrar el rebaño en la nave.
También le han rodeado el edificio con un mallado.
Fatjó-Vilas practica la ganadería extensiva con su ganado de más de 560 ovejas y no ve clara la medida de cerrarlas ya que esto implica que los animales no se puedan alimentar como lo hacen normalmente.
Con el calor del verano las ovejas comen a primera hora del día y hacia el tarde, y durante el día descansan y buscan reír bajo los árboles de la finca.
Desde que comenzaron los ataques del lobo, las ovejas de Fatjó ya han perdido unos dos kilos y medio. En parte por el estrés que les han provocado los ataques, que hace que coman menos, pero también piensa que el hecho de cerrarlas y limitar los momentos en que pueden pastorear haga que el problema se agrave.
“Esto no es bienestar animal”, lamenta.
Y si las ovejas no consiguen su peso para vender la carne, surge otra derivada que puede hacer peligrar el negocio. “Ahora me estoy jugando las ventas del mes de febrero”, lamenta.
Además de todos los sobrecostes, como por ejemplo el de hacer venir al veterinario, cada vez que ha habido un ataque.
Por todo ello también las está alimentando con comida que ya tenía almacenada para más adelante.
Y si las ovejas no pastan los campos de la finca, también se tendrá que acabar haciendo de manera mecánica para tener los terrenos a punto por la parece. Un coste que estima en unos 5.000 euros extra.
“QUINCE DÍAS PARA CAMBIAR DE HÁBITOS”
Según las indicaciones de Acción Climática, los quince días de tener el rebaño cerrado en la nave deben servir para que el lobo cambie de hábitos.
Fatjó-Vilas, sin embargo, no lo ve nada claro. “Yo pienso que este lobo se ha instalado cómodamente en mi casa. Lo tiene todo. Tiene comida, tiene lugares para huir y lugares donde amargarse”, lamenta.
Ahora Fatjó ya espera con deleite que empiece la temporada de caza y que con un poco de suerte los disparos para cazar el jabalí también espanten al lobo y lo hagan fuera de su finca.
UNA SOLUCIÓN ADAPTADA AL TIPO DE ACTIVIDAD
Las soluciones que le ha ido proponiendo Acción Climática no han funcionado, según Fatjó, y por ello continúa reivindicando una solución adaptada a su realidad y dimensión. De hecho, desde los primeros ataques, el ganadero ya pidió al departamento, que cuenta con fondos para ayudas a este tipo de ataques, la construcción de una estructura de obra, con mallado fijo, donde poder cerrar las ovejas.
Desde el Departamento de Acción Climática, sin embargo, de momento no contemplan la opción que pide Fatjó y explican que se ha hecho un convenio de protección con el ganadero que durará dos meses por el que el campesino recibirá un importe para proteger cada una de las cabezas de ganado.
También tienen previsto hacer prevención en el exterior con un pelotón pequeño. Además, recomiendan mantener las mallas, los sonidos acústicos disuasorios y el alambrado que rodea la edificación donde actualmente cierra las ovejas.
También recomiendan que sería bueno que se contara con un perro de protección.
Sobre estas medidas, Fantjó-Viles asegura que ya lo ha probado “todo” pero insiste en que no funcionan. Sobre los sonidos acústicos disuasorios, por ejemplo, Fatjó asegura que no sólo no ha espantado al lobo, sino que las perjudicadas han sido las mismas ovejas, estresándolas aún más.
O el hecho de tener un perro, en una zona como el Collsacabra, tan turística, no lo ve factible.
Acción Climática defiende que está haciendo seguimiento del caso y apoyando al ganadero afectado.
PLEGAR
En los tres meses desde que las ovejas de Fatjó-Viles sufrieron el primer ataque, el ganadero se ha planteado tirar la toalla muchas veces. “Pero trabajar con el rebaño es mi vida. He crecido con eso, esta finca me la estimo y no sé qué haría sin las ovejas. Yo por ellas lo doy todo”, señala emocionado.