El sinhogarismo oculto engloba las situaciones en que se dispone de vivienda, pero se le considera inadecuado o inseguro. El fenómeno, creciente tras épocas de crisis y políticas de vivienda poco exitosas, es el objeto de un estudio de la Cátedra Unesco de Vivienda de la URV, que propone diversas políticas para promover el acceso a viviendas sociales y asequibles para personas en exclusión social.
Los procesos de urbanización, despoblación rural y la escasez de vivienda social y asequible han contribuido a que encontrar un lugar donde vivir no esté al alcance de las familias con menos ingresos en las principales áreas urbanas. Las políticas públicas han optado durante los últimos 18 años por ofrecer a los hogares menos benditos títulos cada vez más débiles y precarios, evolucionando desde la propiedad de una vivienda al alquiler, el cohousing, el alquiler de una vivienda compartida, la sobreocupación y la infravivienda. La distinción entre lo que es una vivienda -con un título claro, estabilidad, calidad y adecuación- y un “refugio provisional”, muy a menudo sobreocupado e inseguro, se ha vuelto cada vez más difuminada.
La investigación de la Cátedra Unesco de Vivienda de la URV, encabezada por Héctor Simón, destaca la importancia de contabilizar, destinando recursos y haciendo un trabajo multidisciplinario, este tipo de vivienda, con el fin de determinar la magnitud de la problemática y poder tomar las decisiones oportunas. La ciudad de Tarragona es el objeto del estudio, que se enmarca en el proyecto europeo FutuResilience, que pretende “conseguir la resiliencia para preparar a la sociedad para que de aquí diez, veinte o treinta años todo el mundo pueda vivir una vivienda digna y adecuada”, según asegura Simón, que presentó el estudio la semana pasada en el marco de la primera jornada de Sensellarisme Ocult de Tarragona, organizada por el Ayuntamiento.
Así, el estudio sugiere, entre otros, la creación de un observatorio para conocer la realidad de la problemática, con medidas fiscales centradas en las poblaciones vulnerables; la promoción del intercambio intergeneracional para evitar situaciones de precarización; el fomento de la rehabilitación y la repoblación de las zonas rurales con viviendas vacías, priorizando los incentivos positivos; la asignación de una parte suficiente del PIB a la construcción de viviendas sociales y aumentar el presupuesto para la rehabilitación del parque de viviendas; dar voz a las entidades del tercer sector; la creación de redes de apoyo; la realización de campañas de sensibilización, y una política coherente de cohesión territorial.
Desde la Cátedra se advierte que si la situación no cambia el fenómeno puede continuar agudizándose, lo que llevaría a un aumento del descontento social, a un incremento de las desigualdades, además desahucios y, por tanto, a un incremento de las personas sin hogar y, en consecuencia, a un impacto negativo en la sociedad en su conjunto.