Este sábado por la tarde, las principales arterias de Barcelona han sido escenario de una gran manifestación para reclamar un derecho fundamental: el acceso a una vivienda asequible. Según datos de la Guardia Urbana, unas 22.000 personas han participado en la movilización, mientras que los organizadores sitúan la cifra en 170.000 participantes.
La manifestación, convocada por el Sindicat de Llogateres con el apoyo de más de 4.000 entidades, ha comenzado a las 17:00 h en la plaza Universitat y ha finalizado a las 19:15 h en la plaza de Els Països Catalans. Bajo el lema claro y contundente ” Se ha acabado, 23. Bajamos los alquileres”, apostilla. los asistentes han expresado su descontento con las dificultades para acceder a una vivienda digna y asequible, llenando la ciudad de gritos de protesta y pancartas reivindicativas.
Una respuesta a la crisis de la vivienda
En un contexto de crisis generalizada por el coste de la vida y con el precio de los alquileres disparado en Cataluña, la manifestación ha sido un clamor colectivo. Los participantes, provenientes de diversos puntos del territorio, han recorrido calles céntricas como la Gran Via, Calabria y Consell de Cent, hasta llegar a la plaza de Els Països Catalans. Esta marcha es un reflejo de la angustia que vive una parte significativa de la población, que ve como cada vez es más difícil llegar a fin de mes.
El Sindicato de Inquilinos, que desde hace años encabeza la lucha por el derecho a la vivienda, ha advertido de que, si las autoridades no actúan, el siguiente paso será una huelga de impago de los alquileres. “Los precios son insostenibles y nosotros no podemos más”, ha declarado Carme Arcarazo, portavoz del sindicato.
Testimonios de la desesperación
La manifestación ha servido de plataforma para escuchar historias golpeadoras, como la de la Miriam Rodríguez, madre soltera con dos hijos a su cargo. “Hace meses que nos quieren hacer fuera del piso. No puedo pagar el alquiler y no sé dónde dormiremos el mes próximo”, explicaba con lágrimas en los ojos. “Voy a tener que elegir entre alimentar a mis hijos o pagar el alquiler. Es inhumano. Me siento una mala madre porque no los he podido proteger de esta situación”.
A su lado, Antonia Manzano, de 82 años, denunciaba cómo su pensión es insuficiente para cubrir el alquiler de su piso en el barrio del Raval, donde ha vivido toda su vida. “Siempre me han dicho que los derechos se ganan en la calle, y aquí estoy, por los jóvenes y por el futuro”, afirmaba, mientras aseguraba que no descarta tener que vivir con sus hijos si la situación no mejora.
Manuel Ortíz, otro manifestante, no se mordía la lengua: “El Gobierno hace fantástico. Hablan de derechos, pero lo que hacen va en contra de los ciudadanos . No podem pagar més del 50% dels nostres ingressos en lloguer, però és la realitat de molts. És vergonyós”.
Casa Orsola: un símbolo de la lucha
Un punto central de la manifestación ha sido la Casa Orsola, emblemático edificio que se ha convertido en un símbolo de la resistencia contra la especulación inmobiliaria. Enric Aragonès, portavoz del Sindicato de Inquilinos, ha criticado la retórica de los propietarios: “Cuando hablan de inseguridad jurídica, no hablan de nuestro sufrimiento, de nuestro miedo. Los gobiernos han hecho agujeros legales que sólo sirven para que los rendistas sigan enriqueciéndose”.
Las demandas principales
El Sindicato de Inquilinos ha dejado claro que su lucha se concentra en cuatro demandas clave: Exigen una reducción inmediata del 50% de los alquileres, como respuesta al aumento desmesurado de los precios en la última década. También reclaman el establecimiento de contratos indefinidos, para poner fin a la inseguridad y al “chantaje”, como indican, que viven los inquilinos al final de cada contrato.
Otra de las demandas fundamentales es la recuperación de las viviendas vacías, así como los pisos destinados al turismo y a alquileres de temporada, para convertirlos en viviendas residenciales. Finalmente, proponen medidas contundentes para erradicar la especulación inmobiliaria, como la prohibición de la compra de propiedades con fines no residenciales y la aplicación de impuestos sobre la multipropiedad para evitar la concentración de viviendas en manos de unas pocas personas o entidades.
La especulación y la realidad social
Los manifestantes también han puesto el foco en cómo la especulación inmobiliaria ha agravado la crisis de la vivienda. Los pisos turísticos y la adquisición de propiedades por parte de grandes tenedores han reducido la oferta de vivienda accesible, mientras que los sueldos no han crecido al mismo ritmo que los alquileres. “Solo nos queda okupar”, comentaba resignada Maribel Guiñino, que también ha participado en la manifestación.
Una lucha colectiva
La manifestación de este sábado ha puesto en evidencia la creciente frustración de una ciudadanía que no ve soluciones a corto plazo. Con testimonios punzantes y una organización robusta, el movimiento por una vivienda digna sigue sumando apoyos. “Un precio asequible es un derecho fundamental, y no pararemos hasta que se respete”, concluía Antonia Manzano.
Mientras las calles de Barcelona se vacían tras la protesta, el mensaje de los manifestantes resuena con fuerza: sin acciones decididas por parte de los gobiernos, la crisis de la vivienda sólo puede empeorar.