Un año después, Valencia se despierta de nuevo con el recuerdo de aquella noche que lo cambió todo. El 29 de octubre de 2024, el cielo se rompió sobre la Comunidad Valenciana y el agua se llevó 229 vidas, centenares de casas y miles de sueños. Hoy, doce meses después, la herida sigue abierta. El barro ya no cubre las calles, pero sí la memoria de todo un pueblo que aún busca entender cómo una DANA pudo convertirse en la peor tragedia del siglo.
La Generalitat Valenciana ha decretado para la jornada de hoy, día de luto oficial, pero la tristeza no necesita decreto. Es íntima, compartida en cada barrio, en cada casa donde falta alguien.
Los Reyes Felipe VI y Letizia presidirán esta tarde, en el Museo de las Ciencias, el funeral de Estado en homenaje a las víctimas. A su lado, autoridades de todo el país y cerca de ochocientas personas —familiares, amigos y vecinos afectados— que aún hoy viven con la ausencia y con preguntas sin respuesta. Quien también ha confirmado su asistencia ha sido el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, aunque los familiares le han reclamado en repetidas ocasiones que no lo hiciera, ya que lo acusan de ser el "máximo responsable" de la muerte de las víctimas de aquel fatídico día y de cómo se gestionó todo.
Antes, durante y después del 29-O
Los días previos, los mapas meteorológicos ya dibujaban una amenaza meteorológica real. La Agencia Estatal de Meteorología advertía de lluvias “muy intensas” y algunas instituciones, como la Universidad de Valencia, suspendieron clases. Pero nadie previó, y por lo tanto actuó, según lo que pasaría.
A las 07:30 horas del 29 de octubre, la AEMET emitió el primer aviso rojo. Posteriormente, el Centro de Coordinación de Emergencias de la Generalitat declaraba la alerta hidrológica en el río Magro a las 11:45 horas, y en la rambla del Poio a las 12:20 horas. A esa hora, ya había vecinos atrapados en Utiel y en la Ribera, y el agua comenzaba a engullir calles. La reunión del CECOPI, convocada por la entonces consejera de Justicia e Interior, Salomé Pradas, se centró en el riesgo de la presa de Forata, mientras en el barranco del Poio, la riada ya comenzaba a segar vidas.
Cuando la alerta por móvil llegó a las 20:11 horas, muchas víctimas ya habían muerto. El mensaje advertía de “lluvias intensas” y pedía no desplazarse, pero para cientos de personas era demasiado tarde. Ahora, se ha conocido también, por parte de la jefa de coordinación de Emergencias, Inmaculada Piles, que la Delegación del Gobierno y Protección Civil, pidieron enviar este mensaje ES-Alert a las 18:35 horas, momento en el que la situación, aún no era tan crítica.
La noche que el tiempo se detuvo
En Paiporta, Catarroja, Massanassa, Picanya y en las pedanías del sur de Valencia, el paisaje se convirtió en un mar. Familias enteras atrapadas en los garajes, ancianos que no pudieron salir de casa, jóvenes salvados por los vecinos con cuerdas y escaleras improvisadas.
Aquella noche, los testimonios se repetían: gente aferrada a una farola, a un árbol, a la esperanza. El río Turia, que desde hace décadas protege la ciudad con su nuevo cauce, bajaba lleno como nunca, a punto de desbordarse. En pocos minutos, 84 municipios quedaron inundados y más de 25.000 hectáreas se convirtieron en un inmenso lago de barro y silencio.
“El tiempo se detuvo”, recuerdan testigos como María Dolores, vecina de Catarroja.
La vida después del fango
Doce meses después, la vida ha vuelto, pero no del todo. En l’Horta Sud, muchas fachadas ya están repintadas, los comercios han reabierto y los puentes se han reconstruido, aunque no todos. Pero bajo esta apariencia de normalidad, el dolor sigue latente.
Según la Consejería de Sanidad, los casos de trastorno de estrés postraumático en la zona cero han aumentado un 170%. 887 personas han sido atendidas por problemas psicológicos derivados de la catástrofe. “Es la mayor crisis de salud mental que ha vivido España”, asegura Bartolomé Pérez, director autonómico de Salud Mental, en declaraciones a 20Minutos.
El Gobierno ha ampliado el plan de reconstrucción, con nuevos avales por valor de 5.000 millones de euros y ayudas para autónomos, vivienda y sectores sociales y culturales. Pero las víctimas reclaman más que dinero: quieren verdad. La investigación judicial intenta determinar por qué la alerta no se envió antes.
La memoria como único refugio
Este miércoles, Valencia vuelve a mirar al cielo. No con miedo, sino con respeto. Porque cada gota recuerda aquella tormenta que desnudó la fragilidad humana y la fuerza de la solidaridad.
En los ojos de los padres, de los hijos y de los vecinos que lo perdieron todo, hay una misma promesa: no olvidar. Porque el 29-O no es solo una fecha en el calendario, sino una herida que define un antes y un después en la historia de esta tierra.
Y es que como han reconocido un grupo de jóvenes de Paiporta al ser preguntados sobre este trágico aniversario:
“El barro se lava. La memoria, no.”