La AP-7 y la C-31 son las primeras carreteras catalanas en colocar una nueva generación de radares que permitirá mejoras en su autonomía y movilidad, así como en la detección de los vehículos y la gestión de las infracciones. Se trata de los aparatos denominados como radares en remolque o carros radar.
De momento, Tráfico pondrá en marcha cuatro de estos radares, que se pueden desplazar a cualquier punto de la red viaria sin necesidad de conexión eléctrica. Además, se pueden dejar instalados varios días y gestionan de forma inmediata los expedientes en caso de detectar una infracción.
El radar en remolque de la C-31 ha entrado en funcionamiento este mismo jueves a la altura de Bellvitge, en sentido Castelldefels, un punto donde habitualmente hay una alta accidentalidad. Mañana viernes entrará en funcionamiento el de la AP-7, situado a la altura de Santa Perpètua de Mogoda en dirección Tarragona.
Los aparatos usan tecnología láser, por lo que pueden hacer un seguimiento dinámico del vehículo durante unos metros y determinar su velocidad. También permiten detectar el exceso de velocidad en varios carriles y trabajan con conexión a internet, lo que permite gestionar de forma inmediata el expediente sin que sea necesaria la presencia de un agente.
Frenar la dispersión de la accidentalidad
El objetivo de los nuevos radares es que la SCT pueda controlar el exceso de velocidad a más vías y cubrir así más territorio para frenar la dispersión de la accidentalidad, ya que los siniestros no se concentran únicamente en pocas vías. Para determinar en qué puntos se situarán, Tráfico ha elaborado un estudio en el que se ha analizado los puntos donde se concentra más siniestralidad y que servirá para elegir las ubicaciones.
Los aparatos, que también están construidos con una carcasa resistente ante posible actos vandálicos, se sitúan al margen de la carretera y serán visibles a los conductores. Allí donde se han instalado cinemómetros, la siniestralidad ha bajado entre un 65% y un 80%, según datos de Tráfico.