Después de una hora y media de camino, por fin llegamos a Passeig de Gràcia. Como cualquier otro turista, salimos de la estación de tren y admiramos con entusiasmo la Casa Batlló, nuestra cita de hoy.
Sin más dilación nos acercamos. Como de costumbre, no para de acercarse gente a fotografiar la obra maestra de Antoni Gaudí. A las doce y media, nos colocamos en la fila y accedemos al edificio.
Debido a la Covid-19, el acceso a la casa se va produciendo de manera escalonada, de tal manera que dentro no se producen grandes aglomeraciones. Así, con la reapertura, la Casa Batlló cobra vida apelando a los cinco sentidos de los visitantes.
Nada más entrar en el vestíbulo de la casa ya sabemos que aquello que vamos a ver no nos dejará indiferentes.
En primer lugar, en la entrada los trabajadores nos dan una audioguía dotada de unos auriculares inalámbricos que permiten la libertad de movimiento. A medida que avanzamos por las diferentes estancias se van activando las respectivas explicaciones, así la visita se adapta al ritmo de cada uno de los visitantes.
Además, la audioguía cuenta con una banda sonora que ha sido creada específicamente para la Casa Batlló e interpretada por miembros de la orquesta Filarmónica de Berlín, la Deutsche Oper Berlín y la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín.
Subimos las escaleras del vestíbulo y accedemos a la Planta Noble. La primera estancia con la que nos encontramos es el despacho del señor Batlló. Acto seguido accedemos al salón principal, que sin duda es una de las mejores estancias de la casa.
A pesar del uso de la mascarilla no dejamos de ver caras de sorpresa, emoción y satisfacción, y es que esta planta representa el modernismo en estado puro y te transporta a la vida burguesa de la época.
Avanzamos hasta el patio interior, el encargado de distribuir la luz por toda la casa con ayuda de los tragaluces. Además, las ventanas regulan el aire que entra y sale, de tal manera que se consigue mantener el frío o el calor de manera natural.
Las escaleras de este patio nos conducen hasta las buhardillas, planta que había sido destinada al servicio de la casa. A través de esta planta y con la ayuda de una escalera de caracol accedemos a la azotea de la casa, espacio mágico que nos permite visualizar gran parte de la ciudad.
El tacto
Durante el transcurso de la visita, la audioguía nos va proponiendo que vayamos tocando varios elementos del recorrido, entre estos encontramos la barandilla de la escalera que comunica el vestíbulo con la Planta Noble y los pomos de las puertas. Estos últimos se caracterizan por el hecho de adaptarse a la forma de nuestras manos.
El gusto
Después de bajar las escaleras que comunican la azotea y la cochería, llegamos a la última sala del recorrido. Allí uno de los trabajadores nos ofrece una flor eléctrica, que forma parte de la última experiencia de la visita.
Una vez nos hemos comido la flor accedemos a la sala 10D. Esta es la encargada de transportarnos a la mente del genio de la arquitectura. Una sala imprescindible para acabar de entender las ideas de Antoni Gaudí.
Una vez ha finalizado la experiencia, salimos de la sala y subimos unas escaleras. El olor que impregna este trayecto se caracteriza por el aroma de las flores.
Llegado el momento de marcharnos, nos damos cuenta de que la hipótesis que teníamos al inicio se ha cumplido, y que esta visita no nos ha dejado indiferentes. Una experiencia que mantendremos para siempre en nuestro recuerdo.
