Un equipo de médicos de Madrid sufrió una horrible infección por gusanos que acabó siendo objeto de un artículo en el New England Journal of Medicine. La infestación causada por los gusanos del grupo de nematodos afectó a casi todo el cuerpo, haciendo que numerosas larvas se arrastraran bajo su piel, provocando una erupción generalizada y cambiante, según Mundo Planeta.
Los trabajadores sanitarios informaron de que a primera vista se podían ver parásitos arrastrándose bajo su piel, se le diagnosticó como paciente de una infección por nematodos del género Strongyloides. Al parecer, el hombre tenía todas las condiciones necesarias para sufrir una infección grave, a diferencia de la que tiene lugar de manera "habitual".
El paciente, de 64 años, trabaja en el tratamiento de aguas residuales y, además, había sido diagnosticado con un cáncer de pulmón con metástasis. Encima de todo esto, los médicos le habían diagnosticado una enfermedad llamada eosinofilia, unos niveles inusualmente altos de glóbulos blancos que, en algunos casos, pueden indicar la presencia de una infección por parásitos.
En el momento en que fue diagnosticado de la infestación, el hombre se encontraba ingresado en el hospital porque uno de sus tumores había empezado a presionarle la médula espinal. El tratamiento que le recetaron era a base de dosis muy altas de glucocorticoides, un fármaco que inhibe parte de las respuestas del sistema inmunológico y que, como consecuencia, puede facilitar la proliferación de una infección por parásitos si ya se encontraban en el interior del cuerpo.
En este caso, el organismo del paciente ya tenía algunos Strongyloides stercoralis, unos nematodos que afectan a los humanos y que suelen entrar en el cuerpo mediante la exposición a suelos o aguas residuales contaminadas. Las larvas, microscópicas, entran bajo la piel de las víctimas sin que ni siquiera se note, y normalmente se dirigen a los intestinos tomando diversas rutas. En algunos casos, incluso, las larvas llegan a los pulmones, donde provocan tos y, después, son tragadas hasta llegar a su meta.
Una vez están en los intestinos, los gusanos se mezclan con la mucosa y empiezan a reproducirse. A partir de aquí, las larvas se expulsan a través de las heces, buscando nuevos huéspedes, o bien vuelven a entrar en la piel mediante la zona perianal, caso en que se produce una autoinfección. Este último caso, justamente, es el del paciente que nos ocupa.
Los problemas fueron detectados por los servicios médicos por una erupción hinchada que producía picor y una ligera diarrea. Las lesiones cutáneas empezaron en la zona perianal y se empezaron a extender por el tronco y las extremidades del hombre. Las líneas que formaban, según indicaron los médicos, se movían a medida que pasaba el tiempo. Gracias al diagnóstico, sin embargo, y a la detección de las larvas en un análisis de heces, se pudo llevar a cabo el diagnóstico y recetar ivermectina al paciente, un antiparasitario que mejoró los síntomas.