El 3 de mayo de 2019, Rubén Alonso Villar, de 40 años, viajaba con las cenizas de su padre desde Vigo hasta Asturias donde se encontraban sus tíos, hermanos de la víctima, cuando a mitad de camino llamaron desde el tanatorio pidiendo que devolviera la urna, porque las cenizas que había en el interior no eran de su padre, sino de un ciudadano portugués.
Rubén y su mujer no se podían creer que en el coche llevasen los restos de un desconocido, que encima habían estado velando toda la noche anterior: "Paramos para tomar algo. Nos quedamos helados. Era increíble todo", ha explicado Rubén a El País.
Ante tal error, un empleado de la funeraria le ofreció desplazarse hasta Asturias y cambiar allí la urna de su padre por la del ciudadano portugués, la familia también lo estaba buscando desde que supieron que había sido incinerado fruto de una orden judicial.
Sin embargo, no fue un solo error de la funeraria, sino todo un cúmulo de errores, empezando por el juzgado que levantó el cadáver, seguido del Instituto de Medicina Legal de Galicia y el tanatorio que incineró los cadáveres y los confundió.
