WhatsApp, la aplicación de mensajería más utilizada en nuestro país, sigue ganando terreno y se ha convertido en una herramienta de comunicación imprescindible. Aunque últimamente se han descubierto muchos trucos para utilizarlo de manera más eficaz o para conseguir funciones diferentes, algunas de las cosas que hacemos cuando enviamos mensajes pueden ser lo suficientemente ilegales hasta el punto de llevarnos a los tribunales, como hacer una captura de pantalla.
Obviamente, podemos hacer capturas de pantalla en muchas situaciones diferentes. Desde conversaciones con personas que nos gusta enviar a nuestro grupo de amigos y pedir consejo o simplemente expresar emociones, hasta registrar mensajes de acoso o bullying, que luego podemos adjuntar a la denuncia correspondiente como prueba.
Aunque no se haga con mala intención, debemos tener cuidado a la hora de difundir aquello que capturemos, porque estaríamos incumpliendo la protección de datos si la persona con quien hablamos pudiera identificarse directa o indirectamente en la conversación. Ya sea porque en la foto se ve su imagen de perfil, su nombre de contacto o su número de teléfono, la persona que hemos "capturado" podría pedir una indemnización por daños y perjuicios porque se trata de una vulneración del derecho a la intimidad.
Además, todo depende del contexto de la conversación. Si hubiera contenido íntimo o personal de la persona, no se debe difundir la captura, y mucho menos en caso de contenido explícito o sexual, que puede ser constitutivo de delito de revelación de secretos, que, al igual que vulnerar la intimidad, nos podrá llevar ante el juez, sin tener en cuenta, por otro lado, de lo inmoral que es compartir contenido de este tipo sin el consentimiento de la víctima.
Esto es extensivo a la protección de otras cosas, como los datos, fotografías, vídeos o audios privados de terceras personas sin el consentimiento. Es obvio que si es una conversación sin peligro para la víctima, no es cuestión de preocuparse, pero utilizar herramientas tecnológicas para exponer públicamente a otra persona con sus imágenes enviadas de forma privada es, aparte de poco ético, inmoral e inútil, ilegal. Por lo tanto, es mejor pensarlo dos veces antes de difundir según qué contenido.
De hecho, si la víctima se ve implicada en una situación complicada por la difusión de su intimidad, podría denunciar por lesionar su propia imagen y violar su derecho al honor. En situaciones similares, es también revisable y, a veces, ilegal, ya que supone también una violación de su privacidad.