Si finalmente en diciembre llegan 3 millones de vacunas para la Covid-19, tal como anunció el ministro de Sanidad, Salvador Illa, el martes, aunque hayan demostrado ser seguras y eficaces, solo el 70% de los españoles estarían dispuestos a ponérsela, un porcentaje por debajo del umbral del 80% necesario para conseguir cierta inmunidad de grupo.
Esta cifra es similar a la de la media global de confianza hacia estos fármacos preventivos y procede de un estudio internacional, liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación 'la Caixa', que ha evaluado específicamente cuál es la aceptación global de una vacuna para la transmisión del SARS-CoV-2. Los resultados, lamentan los investigadores, son preocupantes y denotan niveles bajos de aceptación que llegan a ser alarmantes en algunas regiones del planeta.
Así, después de preguntar a 13.400 personas de 19 países muy afectados por la epidemia del coronavirus, los investigadores han visto que solo el 72% de la población se muestra proclive a vacunarse contra la Covid, mientras que un 14% se niega en rotundo y el 14% restante está indeciso.
Hay diferencias importantes entre países: en China el 90% de los ciudadanos asegura que se pondría una vacuna probada, segura y eficaz, un porcentaje que en Rusia cae al 55%. En España nos quedamos a medio camino: siete de cada 10 ciudadanos optarían por inmunizarse. En Polonia, en cambio, el 30% de sus habitantes rechazan la inmunización.
Según las conclusiones del estudio, los mayores de 65 años son los que tienen menos reticencias a vacunarse, en comparación con los jóvenes, que son más reticentes. El nivel educativo y socioeconómico también es determinante; en el estudio han observado que aquellas personas con un salario superior a los 32 dólares diarios y con más estudios suelen mostrarse más favorables a ponerse la preventiva. Las mujeres, en general, están más a favor de la vacuna que los hombres. Y, parece que haber tenido a algún familiar enfermo de Covid o que haya muerto no influye en ningún sentido en la percepción que tenemos sobre las vacunas y en nuestra voluntad de recibirlas.