Estos días, entre visitas a mercados, mítines y encuentros con gente y entidades diversas, intento acabar de entender una de las absurdidades más grandes que la Plana de Lleida tiene entre manos: la parálisis de Torreblanca-Cuatro Pilans. En 2010, la Empresa Municipal de Urbanismo (EMU) del Ayuntamiento de Lleida y el Instituto Catalán del Suelo (INCASÒL) de la Generalidad de Cataluña compraron unos terrenos y se catalogaron como plan estratégico en la Plana de Lleida. Con una superficie total equivalente a más de 1.000 campos de fútbol —con diferentes usos y calificaciones— de los que 400 ya tienen aprobado inicialmente el Plan Director y servirían para proporcionar suelo logístico industrial, Lleida se convertiría en la oferta de suelo más grande del sur de Europa donde empresas que necesitan grandes terrenos para fabricar productos en sectores como el automóvil, el ferroviario, la aviación, el biosanitario, entre otros, tendrían en Lleida una posibilidad real de expandir su proyecto empresarial.
Por otro lado, con el concepto de la sostenibilidad a la cabeza, que Europa contempla como una prioridad, el transporte ferroviario adquiere un protagonismo crucial para nosotros: el proyecto incluye, en paralelo a la línea ferroviaria existente, una plataforma intermodal de mercancías -y un espacio ferroviario de pasajeros- que unirá el puerto de Tarragona con Lleida. Y gracias a todo ello Lleida se convertirá en un centro logístico donde almacenar materias primas y contenedores del puerto de Tarragona y probablemente de Barcelona.
Detengámonos un momento: ¿Somos conscientes de la magnitud de todo esto? Es una oportunidad única. Está calculado que con esta disponibilidad de suelo logístico competitivo se generarían más de 12.000 puestos de trabajo cualificados, incrementaríamos el parque de vivienda, de servicios, de instalaciones, etc. con un crecimiento programado y controlado para pasar de la Lleida actual a una ciudad abierta y moderna, con proyección y luz propia internacional. Si hubiera habido voluntad política por parte del Ayuntamiento y la Generalitat ya sería aprobado hace meses, ya que el anterior Gobierno había previsto su aprobación definitiva en octubre pasado y, en cambio, se está obstaculizando una iniciativa de primerísimo nivel por cuestiones partidistas.
El esfuerzo que ha llevado a cabo el personal de la administración pública para llegar hasta el punto donde estamos ha sido ingente, y el paro es incomprensible para todo el mundo que ha participado con esa ilusión que se pone en los grandes proyectos. Pero no es solo eso: en el campo privado hay empresas de gran importancia que necesitan saber si pueden contar con ellas para establecer su actividad en Lleida o tienen que ir a invertir a otro lugar. Y así estamos: cuestiones burocráticas y de corta mirada están reteniendo una realidad que tenemos muy cerca y que haría un giro sin precedentes a la ciudad, y también al territorio, que evidentemente también se beneficiaría.
Desde Junts+ lo hemos impulsado desde el primer minuto. Cuando hemos estado en el Ayuntamiento y en el Gobierno lo hemos dejado listo para la aprobación definitiva y no nos resignamos a que una oportunidad única de conjugar nuestras características —nuestras capacidades— con la coyuntura global se pierda, porque es cuando tienes fuerza que puedes incidir en las decisiones que te afectan. Por el contrario, queremos activarlo cuanto antes.
Ha quedado claro que el resto de partidos no quieren o no priorizan una Lleida abierta y en crecimiento, con personalidad propia y que se haga respetar. Nosotros queremos una Lleida moderna y ambiciosa, que no tenga suficiente en irse planeando y empequeñeciendo mientras la vida y la energía del mundo pasan de largo, la queremos llena de oportunidades de futuro y capaz de retener el talento.
En estas elecciones nos jugamos muchas cosas, y una de ellas es poner a Lleida como polo logístico e industrial de Cataluña —y de Europa— gracias al impulso del suelo en torno al corredor mediterráneo: hay que poner en marcha Torreblanca-Cuatro Pilans. Lo tenemos muy cerca, y no podemos hacer tarde.