Hay veces que la realidad parece superar la ficción. En otras hay personas que manifiestan, posiblemente sin saberlo, una curiosa tendencia hacia la paradoja. Me explico. Hace cerca de un año nos encontramos con técnicos llevan a cabo trabajos topográficos en medio del pueblo. Tuvimos la oportunidad de hablar directamente con los operarios que nos explicaron que se trataba de un proyecto importante, ni más ni menos que habilitar una gran tubería para llevar el agua del Consorcio de Aguas de Tarragona (CAT) hasta el pueblo hermano de Solivella.
Primera noticia pública de que tal cosa se estaba haciendo. Sorprendidos por esta realidad presentamos una instancia al ayuntamiento para saber quién había autorizado los trabajos, qué objeto tenían y cuál era el impacto de estas obras de construcción de esta tubería. Respuesta que se nos dio: “el ayuntamiento no ha emitido ninguna clase de autorización, ni informes técnicos municipales de ningún tipo.” Fascinante respuesta, o sea se estaban llevando a cabo unos trabajo evidentes para todos pero el actual equipo de Gobierno del ayuntamiento ni sabía nada, ni había autorizado ninguna obra, ni tenía constancia de absolutamente nada.
Perplejos por esta respuesta tan inverosímil llevamos el tema al pleno y entonces comenzó la transmutación temporal de un relato basado en el “no sabemos nada” a un final de “lo sabíamos todo”, o mejor aún “lo sabíamos todo pero os lo explicará el alcalde de Solivella.”
No quiero aburriros con la secuencia de los hechos pero es realmente kafkiano constatar cómo este presunto desconocimiento primero se disfraza de “trabajos de rehabilitación del pavimento”, para después atribuir toda la responsabilidad a la Diputación de Tarragona, para acabar sabiendo -vía alcalde de Solivella- cuál es la realidad factual de este trabajo del CAT que afectan al núcleo del pueblo.
Tampoco es nada nuevo. Todos y todas recordaréis la experiencia vivida el anterior mandato con el proyecto de instalación del almacén de azufre en nuestro pueblo. Y hay que remarcar que no fue gracias al equipo de Gobierno que la empresa en cuestión finalmente retiró la solicitud de instalarse en Montbrió.
Más allá de la tesitura de lo hecho en cuestión, ¿qué queremos decir con todo esto? Raso y corto, que en Montbrió nos merecemos tener un equipo de Gobierno en el ayuntamiento que no nos miente. Que diga la verdad. Y decir la verdad en política, a veces es difícil, no siempre acaba de la mejor manera por quien decide atajar una determinada decisión. Debes saber aguantar presiones y descalificaciones. Pero maquillar la realidad, por no decir directamente mentir, es tratarnos a todos como niños pequeños o como irresponsables que no somos capaces de discernir desde el sentido de la responsabilidad. Y eso, democráticamente, es literalmente inadmisible.
Por lo tanto, desde nuestro grupo queremos decir alto y claro: llevar agua a la vivienda? Indiscutiblemente sí. Hacerlo levantando calles y poniendo obstáculos para el núcleo de Montbrió, encima, negando la evidencia e intentando hacerlo por la puerta de atrás? Indiscutiblemente no.
Hasta ahora habíamos advertido del peligro de tener un equipo de Gobierno en el ayuntamiento que no gobierna pero ahora tenemos que alertar de una realidad peor: la de un ayuntamiento opaco, que lo bien no dice la verdad (realidad, ya de por sí preocupante) o bien que es ignorada por el resto de administraciones (lo que se convierte en un peligro aún peor). Alguien que no es reconocido ni como interlocutor.
Ante esta tesitura tan solo conviene plantearse dos cosas. Primera, ¿qué será lo siguiente? Y, segunda, por ser más positivos, que es evidente para todos que la hora del cambio en Montbrió ha llegado para quedarse. Un cambio que, en primer término, debe significar tener un ayuntamiento, que se pueda equivocar sí, pero que siempre y en todo momento nos diga la verdad, como ciudadanos sensatos y responsables que somos.
