La crisis de precios de los últimos años está haciendo que muchos empresarios piensen nuevas estrategias para hacer más dinero sin aumentar sus costes. Algunos suben sus precios, otros niegan una mesa a personas que vayan a comer solos… Y otros están empezando a cobrar, no sólo por reservar mesa, sino también para reservar la mejor.
Polèmica a Barcelona: Prohibit anar a sopar fora sense acompanyant
Es lo que ha pasado en un restaurante de Sevilla en una nueva práctica que está empezando a extenderse por la ciudad y por otras zonas del país. En el caso del local sevillano, sus responsables cobran 10 euros a quien quiera reservar sus mejores mesas.
¿Y cuáles son estas tablas? Pues las que tienen mejores vistas, junto al río Guadalquivir, y a las que les toca el sol. Según el local, que tiene publicado en su sitio web esta política, los 10 € de reserva no se devuelvan ni se descuentan del ticket al final de la comida.
En principio, este coste extra es sólo para aquellas tablas con vistas al río, pero la queja de una clienta ha destapado la polémica. Según esta clienta, fueron a comer al restaurante donde habían hecho una reserva y les dieron una mesa a la sombra, aunque tenían unas cuantas mesas al sol donde se estaba mucho mejor.
Cuando pidieron a la camarera si podían cambiar de mesa, la trabajadora les dijo que “aquellas mesas estaban reservadas y tenían un coste adicional de 10 euros“. “Como sevillanos que estimamos nuestra ciudad, consideramos esta situación como una falta de respeto hacia los comensales”, insistía la clienta.
El ‘Correo de Andalucía’ se ha hecho eco de la crítica y de toda la pulseada que ha despertado, y han preguntado a los responsables de lo local sobre esta política.
El local, que ha pedido que no se le identifique, asegura que no cobran por las mesas que estén al sol, sino por aquellas en primera fila delante del río: “No cobramos por el sol, de hecho a veces está al sol y a veces a la sombra, por la tarde por ejemplo”.
Los responsables aseguran que las palabras de la camarera indicaban que las mesas estaban reservadas y que los clientes habían pagado un suplemento, pero no que fuera debido al sol. Sin embargo, el mismo medio indica que la clienta asegura que esas mesas estuvieron vacías todo el rato que ella estuvo en el local.
El caso de este local no es único, y sólo en la capital sevillana hay varios restaurantes y bares que ya han asumido esta práctica, según el citado medio. En defensa de la práctica, algunos de estos locales “regalan” una botella de vino o de cava a los consumidores para compensar la reserva.
Desde Facua, preguntados sobre esta cuestión, aseguran que si no es suelo público, el restaurante puede cobrar este precio extra siempre que haya un valor añadido —las vistas, en este caso— y que se informe siempre al cliente. A partir de ahí, depende del consumidor aceptar o no este tipo de políticas.
Para Rubén Sánchez, secretario general de la organización de consumidores, con esta estrategia los locales de restauración se están equiparando a otros sectores como los teatros o los hoteles, que cobran diferentes tarifas en función de la fila o de la habitación. Para él, “el incremento es absolutamente desproporcionado” y “la reacción lógica es no ir a un establecimiento con este criterio”.
Cobrar por reservar tabla
La política de cobrar por hacer una reserva en un restaurante no es nueva. Durante los últimos años se ha ido aplicando a cada vez más locales porque se estaba convirtiendo en un hecho habitual que algunos clientes reservasen una mesa y luego no se presentaran y tampoco avisaran.
Los responsables empezaron a cobrar por la reserva porque estas mesas reservadas que más tarde se quedaban vacías les hacían perder el dinero de otros clientes que se quedaban sin mesa. Por este motivo, comenzaron a hacer cobros por la reserva, pero en la mayoría de los casos este precio para reservar se descontaba de la factura una vez acabada la consumición.
Ahora, sin embargo, se está empezando a cobrar por reservar las mejores mesas, un hecho que no está gustando nada a los consumidores y que vuelve a poner sobre la mesa la existencia de “consumidores de primera” y “consumidores de segunda” en función de la capacidad económica que tengan, y especialmente en zonas más turísticas.