miércoles, 23 de abril de 2025
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La libertad de expresión de la inteligencia artificial

Cataluña ha sido históricamente un “territorio de acogida”, un concepto moderno que deriva de un hecho antiguo: Cataluña “tierra de paso”, ya desde hace milenios. La actitud del Estado español, cuyas estructuras están dominadas con mano de hierro por uno de los dos socios fundacionales, Castilla- no facilita las medidas de protección que los cambios demográficos exigen para garantizar un desarrollo equilibrado y enriquecedor para todos. Bastante complejo es en cualquier caso, sin embargo, en las condiciones en que Cataluña afronta cada nueva etapa, aún es más si se quiere preservar la cultura y la lengua como motores de la supervivencia nacional.

Cada vez que afrontamos nuevos cruces nos ponemos a prueba y podríamos pensar que en cada lavanda perdemos una sábana, pero hasta hoy en día las hemos resuelto con bastante éxito, sobre todo si nos comparamos con cómo han retrocedido los hermanos catalanes del otro lado del Pirineo y las Alberas.

La eclosión de un nuevo reto

Hoy, se añade a todo un nuevo reto: la eclosión de la inteligencia artificial. La gran expansión planetaria de las democracias como sistema de gobierno se produjo tras el auge de las tecnologías de la información como la imprenta, los diarios, el telégrafo, la radio y la televisión como mecanismos de difusión de la ideología que las hace posibles. Y es así que cualquier cambio importante en la tecnología es probable que comporte una nueva agitación o trasiego en el sistema político.

Cuando nació Internet y las redes sociales, los “gurus” proclamaron el principio del fin de las tiranías mediáticas del siglo XX, pero no parece que el futuro apunte hacia unas sociedades más transparentes donde la información ayude a mejorar la vida de las personas y oriente el progreso de la sociedad. A menudo, podemos pensar lo contrario si nos fijamos sólo un poco en cómo van las luchas de poder económico hoy por hoy. Permítanme un apunte: la figura del periodismo, a menudo tan vilipendiada, reaparece con fuerza hoy, a pesar de todo, como una tenue luz de esperanza que no podemos dejar apagar.

Sea el GPT-4 o el DeepSeek, la IA de hoy ya es capaz no solo de producir textos, imágenes y vídeos, sino también de conversar con nosotros directamente haciéndose pasar por humanos. Puede analizar cómo se ven las cosas desde la perspectiva de un interlocutor humano y cómo manipular las emociones, opiniones y expectativas humanas.

Aliada del progreso y peligro a la vez

De la IA se puede hacer un buen uso y, en muchas materias como la ciencia, la logística o la cultura, puede ayudar a la humanidad a dar grandes saltos adelante. Pero lamentablemente, también plantea un reto muy importante que habría que parar cuanto antes: los bots. Son un nuevo peligro para los que las personas individualmente consideradas -pero también como integrantes de las mareas sociales- no estamos preparados. Los bots -que siempre trabajan con la intencionalidad propagandística de quien los dirige- pueden crear falsas relaciones íntimas con la gente y utilizar el poder de la intimidad para influirnos. Para fomentar la “falsa intimidad”, los bots no necesitaron desarrollar ningún sentimiento propio; solo tienen que aprender a hacernos sentir emocionalmente ligados a ellos.

Y este fenómeno planetario puede hacer más daño en unos lugares que en otros. En Cataluña, donde como decíamos la pérdida del control o influencia sobre el aparato del Estado español ya ha generado suficientes problemas a lo largo de los últimos siglos, ¿qué puede pasar si un algoritmo finge relaciones personales que luego se pueden utilizar para persuadir de votos políticos, compra de productos o adopción de ciertas creencias?

Cuando participamos en debates sobre la independencia, el cambio climático, el incremento del salario mínimo, o cualquier debate ideológico o político con un bote que se hace pasar por un humano, perdemos dos veces. En primer lugar, estamos perdiendo el tiempo intentando cambiar las opiniones de un bote propagandístico que simplemente no está abierto a la persuasión. En segundo lugar, cuanto más hablemos más información le estamos dando sobre nosotros mismos, lo que facilita que el bot perfeccione sus argumentos e influya aún más en nuestros puntos de vista.

Derechos de los humanos, no de las máquinas

El concepto de la libertad de expresión, inherente a la democracia y el respeto a los derechos fundamentales es algo relativo a las personas. Es un derecho humano que debe reservarse a la humanidad. Mirémoslo así: los bots no tienen derecho a la libertad de expresión porque son ingenios tecnológicos que nos mienten sobre lo que realmente son.

En medio del batirurrillo, las luchas de poder de los magnates y las rivalidades geoestratégicas es evidente que es difícil actuar con eficacia. Pero como mínimo hay que levantar el dedo para señalar que hay cosas que no pueden ser. No nos podemos permitir hacer ver que no pasan. Como personas individuales, cada uno desde su lugar. Y también desde la política. Hay que alzar la voz y actuar con las herramientas jurídicas y también el ingenio y la capacidad de previsión que nos caracteriza como humanos. Ser sabio no quiere decir saber muchas cosas de memoria. Quiere decir entender las cosas y orientar las actuaciones.

La tecnología de la información siempre ha sido un arma de doble corte y ahora, en plena nueva revolución tenemos nuevas amenazas que hay que detener. Porque es la sociedad tal y como la conocemos en el sistema democrático que puede acabar pasando a mejor vida. Y luego, un día, será demasiado tarde.

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