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Las imágenes de peleas en las calles y robos en Lleida han causado impacto. Muestran niveles de violencia nada habituales y no son episodios aislados. Empiezan a acumularse de manera preocupante. En El Clot, en la Zona Alta, en L’Horta, en La Mariola, en el Centro Histórico, en Cappont, en Ciudad Jardín y en toda la ciudad. Los ciudadanos ya han recorrido el camino que separa la preocupación al miedo. Y es normal. El alcalde se ha apresurado a reunirse con los vecinos y vecinas del barrio de El Clot y ha prometido contundencia con los delincuentes, retirar terrazas de bares que incumplen reiteradamente la ordenanza municipal, más iluminación en la vía pública y más presencia policial. Medidas necesarias pero… ¿Por quién?
Todo el mundo se pregunta qué es lo que realmente está pasando. ¿Qué nos está pasando? ¿Cuál es la causa de fondo que está provocando estas situaciones de violencia en las calles de nuestra ciudad? ¿Es una cuestión de origen cultural? ¿Tiene que ver con el binomio terrible que forman exclusión social y delincuencia o quizás nos está indicando algo más grave como es el tráfico de drogas y la espiral de degradación que conlleva? Preguntas duras, incómodas y difíciles de formular en público y menos desde la política, pero que son las preguntas que debemos responder con celeridad y contundencia.
Y me temo que reclaman algo más que la necesaria terapia de choque, que tendrá efectos a corto plazo pero, desgraciadamente, no gozarán de un impacto sostenido. Y no puedo describir con palabras cómo me gustaría equivocarme. Las políticas públicas que tienen eficacia más allá del momento son las que combinan acción en el terreno con un diagnóstico realista y, sobre todo, compromiso político e institucional verdaderamente transversal.
Por ello, creo que el alcalde de Lleida ya tarda en convocar una reunión de todo el Consistorio para empezar a plantar las bases de un gran acuerdo de ciudad por la seguridad en Lleida. Una alianza que trascienda a los partidos e incorpore activamente a los diferentes actores sociales, económicos y culturales de la ciudad. Todos. Tiene que ser todo el mundo porque esto es demasiado importante y demasiado complejo como para afrontarlo con respuestas de parte. Y cuando digo todo el mundo también hable del resto de instituciones del País.
Las imágenes que estos días han llenado las redes sociales, desgraciadamente no son más que el síntoma de algo más grave y mucho más amenazador que hay que afrontar con determinación institucional, desde el consenso social y la generosidad política. Y que los ciudadanos penalicen a todos aquellos que se dejen tentar por el populismo del buenismo o del odio. Nada fácil pero sólo así reuniremos suficientes garantías de éxito.
Alcalde, ¡No ya!
