Cada 11 de febrero conmemoramos el Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia, una jornada para reivindicar el papel fundamental de las mujeres en el progreso científico y tecnológico y para denunciar las desigualdades que aún persisten en este ámbito. A pesar de los avances en materia de igualdad de género, la brecha entre hombres y mujeres en disciplinas como la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas sigue siendo una realidad palpable.
Todavía hoy, las mujeres se encuentran con numerosos obstáculos para desarrollar su carrera en la ciencia. Los estereotipos de género, la falta de visibilización de referentes femeninos y las dificultades para conciliar la vida profesional y personal son algunos de los factores que contribuyen a su infrarrepresentación. Esta realidad no sólo supone una injusticia social, sino también una pérdida de talento y oportunidades para el conjunto de la sociedad. La diversidad de perspectivas es clave para el desarrollo científico, y no podemos permitir que el talento de muchas mujeres se pierda por falta de oportunidades o apoyos adecuados.
La historia nos ha dejado ejemplos inspiradores de mujeres científicas que han marcado la diferencia, como Marie Curie, pionera en el estudio de la radiactividad, o Rosalind Franklin, clave en el descubrimiento de la estructura del ADN. También en nuestra demarcación tenemos nombres referentes como Martina Castells Ballespí, una médica leridana y una de las primeras mujeres licenciadas en medicina en España. Obtuvo el título de doctora en medicina en 1882, convirtiéndose en la primera mujer del Estado español en doctorarse en esta disciplina; o Montse Gea Sánchez, una enfermera, doctora en Enfermería e investigadora leridana especializada en salud pública y gestión sanitaria, profesora también en la Universidad de Lleida (UdL); y Luisa Cabeza, ingeniera industrial y doctora en ingeniería nacida en Lleida. Es catedrática de la Universidad de Lleida (UdL) y una investigadora de referencia en el ámbito de la eficiencia energética y el almacenamiento térmico de energía.
Pero, más allá de estos nombres, hay muchas otras mujeres que han contribuido al avance científico y que, desgraciadamente, han quedado invisibilizadas. Es fundamental dar visibilidad a estas figuras y fomentar vocaciones científicas entre las niñas desde las primeras etapas educativas, para que crezcan sin limitar sus aspiraciones por razón de género. Las niñas pueden ser grandes ingenieras, inventoras y descubridoras, y deben creer en sus capacidades para hacerlo realidad.
Para avanzar hacia una ciencia más equitativa e inclusiva, es necesario un compromiso firme por parte de las instituciones, del mundo académico y de la sociedad en general. Es necesario impulsar políticas de igualdad, garantizar la presencia de mujeres en cargos de responsabilidad y promover modelos referenciales femeninos en la divulgación científica. Además, debemos combatir el sesgo de género en la investigación y asegurar que las mujeres tengan las mismas oportunidades de financiación y reconocimiento que sus compañeros hombres. Porque las mujeres también disfrutamos inventando y descubriendo, y la ciencia y la ciencia no puede perder nuestro talento.
Este 11 de febrero reivindicamos el derecho de todas las niñas a soñar con un futuro en la ciencia y trabajamos para que este sueño se convierta en una realidad sin barreras. Sólo así podremos construir un futuro más justo, diverso y próspero para todos.