Treballadores agrícoles a Almeria | FOTO: E Briones (UdL)
El acoso laboral y sexual, a los que se suman la falta de redes y recursos de apoyo, perpetúan la exclusión de las mujeres temporeras, afectando su salud física y mental. Es la principal conclusión de un estudio liderado por la Universidad de Lleida (UdL) y el Instituto de Investigación Biomédica de Lleida (IRBLleida), publicado en la revista Women’s Studies International Forum.
La investigación, que ha contado con personal investigador de las Universidades de Murcia, Almería y Nacional de Colombia, reclama políticas públicas para garantizar los derechos laborales de estas mujeres y una atención integral desde los profesionales sociales y de la salud.
El trabajo se ha realizado en cuatro provincias de tres comunidades autónomas —Huelva, Almería, Murcia y Lleida— mediante entrevistas a personal sanitario, de servicios sociales y de organizaciones no gubernamentales. Los profesionales destacan dos temas principales sobre el trabajo agrícola de las mujeres migrantes: por un lado, las tareas feminizadas y por otro, las situaciones de acoso laboral y sexual, así como la influencia de las relaciones de pareja.
“Las temporeras se enfrentan a retos importantes debido a su situación migratoria, las condiciones laborales precarias y la vulnerabilidad de género“, destaca la investigadora del grupo GRECS y profesora de la FGSHSCSP, Erica Briones. Todo ello se traduce en consecuencias para su salud física y mental. Principalmente, dolores musculares y articulares, estrés y ansiedad.
Mientras los hombres se dedican a trabajos que requieren fuerza física y tienden a utilizar maquinaria agrícola, las mujeres se centran en funciones más delicadas como ajardinar, clasificar y empaquetar la fruta; “en línea con los estereotipos de género asignados socialmente”. Algunos testigos relatan jornadas maratonianas de hasta 16 horas, con trabajos repetitivos, supervisión constante por parte de sus superiores y sin posibilidad de descansar ni hacer pausas.
“El hacinamiento, los horarios largos y la supervisión les causan estrés, ansiedad y pérdida de percepción del tiempo”, recoge el estudio. Por otro lado, “cuando trabajan largas horas de pie en el mismo lugar, experimentan mal de espaldas y cuello y artralgia en las manos por movimientos repetitivos”, añaden las expertas.
Las personas entrevistadas manifiestan que los supervisores de línea de los almacenes pueden acosar a las trabajadoras verbalmente de forma continua para aumentar el rendimiento. “Esto crea un entorno de trabajo hostil y estresante que fomenta la rivalidad, la competencia y el individualismo entre ellas”, mantiene el estudio. Las temporeras, especialmente las que trabajan sin contrato en los almacenes o en el campo, también son vulnerables al acoso sexual.
Incluso, “gestores de granjas o invernaderos les hacen chantaje exigiendo sexo para conseguir un trabajo o un contrato de trabajo”, recoge la investigación. Sin embargo, estos acosos no suelen ser denunciados ni en España ni en los países de origen de las mujeres, ya que las víctimas en muchos casos “están amenazadas con su vida, su permanencia en el trabajo y/o la integridad de sus familias”, según el artículo. “Otro obstáculo que hemos identificado es la falta de recursos legales y de apoyos disponibles en el idioma de las trabajadoras, lo que limita su capacidad para buscar justicia”, añade Erica Briones.
Las conclusiones de la investigación subrayan la vulnerabilidad de las mujeres temporeras. “A pesar de su aportación económica, los hombres controlan los ingresos y las decisiones financieras, perpetuando dinámicas de poder desiguales dentro de la pareja. Esta situación se ve agravada por las malas condiciones de trabajo, incluido el acoso sexual y la explotación laboral, que perjudican la salud física y mental de las mujeres”, recoge el texto. “La falta de recursos legales, lingüísticos y culturales y el miedo a las represalias hacen que sea aún más difícil buscar apoyo y justicia; perpetuando el ciclo de exclusión y aislamiento social de las mujeres migrantes en la agricultura”. Por todo ello, las investigadoras reclaman “la necesidad urgente de abordar estas desigualdades en múltiples frentes”.
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