Ayer se dio a conocer la triste noticia de la muerte de Federico Mayor Zaragoza, el que había sido ministro de Educación en 1981 con el gobierno de Adolfo Suárez y director general de la UNESCO entre 1987 y 1999.
Nacido en Barcelona el 27 de enero de 1934, aunque siempre se definió como tortosino, ciudad donde venía a pasar largas estancias en los veranos, hasta el punto de convertirse en hijo predilecto de la ciudad.
Estudió farmacia en la Universidad Complutense de Madrid y fue profesor y rector de la Universidad de Granada y de la Universidad Autónoma de Madrid. Fue también miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y fue también diputado al Parlamento Europeo. Ha sido nombrado doctor honoris caus por múltiples universidades, entre ellas el campus de Les Terres de l’Ebre de la URV, que fue la primera vez que hacía un acto de estas características y le dio su nombre al aula magna del mismo centro.
En 1988 recibió la Medalla de Oro de la Generalitat de Cataluña y en 2005 fue galardonado con la Creu de Sant Jordi.
En 1999 creó la Fundación por una Cultura de Paz, de la que todavía era el presidente, con el fin de promover los valores, objetivos e ideas que se había propuesto cuando estaba al frente de la UNESCO.
Esta tarde se ha celebrado un acto solemne en la sala Mayor Zaragoza de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Tortosa que ha contado con la presencia del alcalde de Tortosa, Jordi Jordan, el presidente de la Cámara, Francesc Faiges, la presidenta de la UNESCO en Tortosa, Consol Sagrera, y el director del campus de la URV, Xavier Farré, que han querido expresar sus condolencias por la muerte de Mayor Zaragoza. En su turno, Farré ha calificado los hechos como “un día triste para la humanidad” y es toda una certeza porque Federico Mayor Zaragoza ha sido uno de los ejemplos más recientes de la historia contemporánea y de la política internacional de los últimos tiempos de mediación, tolerancia, igualdad y pacifismo. Unos valores que hoy en día se echan en falta en medio de un mundo muy marcado por las guerras, como las de Ucrania o Israel, y en medio de un auge de mandatarios mundiales que van ganando peso, cada vez más, hacia la extrema derecha.
Un Mayor Zaragoza que se entrevistó más de una vez con el presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, para hablar de una educación igual para todos y, ya entonces, de igualdad y feminismo. De aquellos encuentros nos restan frases sublimes que le transmitió Mandela como, por ejemplo, que “después de siglos y siglos de dominio absoluto masculino, solo con un porcentaje suficiente de mujeres en la toma de decisiones el mundo sería capaz de iniciar una nueva era” y que “la cultura de la Paz no tendrá lugar hasta que la mujer, piedra angular de la nueva era, no tenga el papel que le corresponde en la toma de decisiones. Sin la igualdad de género, la seguridad seguirá prevaleciendo por encima de la Paz”.
La asociación de Amigos y Amigas de la UNESCO en Tortosa custodia un nutrido legado que consta de una biblioteca personal de 3.500 libros y un total de 210 piezas que conforman una colección de regalos y obsequios de su etapa como director general de la UNESCO.
Desde el continente africano encontramos varias máscaras africanas, la maqueta del barco de San Felipe o el árbol de la vida que representa el concepto de la familia extensa, el individuo que está al servicio de la comunidad y las generaciones pasadas, presentes y futuras.
Otra pieza destacada es la réplica a pequeña escala de la campana de la Paz. En el valle del Roveretto, al norte de Italia, el sacerdote Antonio Rossaro decidió fundir todos los cañones destrozados de la I Guerra Mundial para construir una campana de 4m de altura, 3m de diámetro y de 25.000kg. Lo llamó Maria Dolens (la Virgen de los Dolores) y en ella se puede leer la inscripción “nunca piu”, es decir, “nunca más”, haciendo referencia a la guerra. Actualmente, a las 21:30h, toca 100 campanadas en memoria de todos los caídos en todas las guerras del mundo.
Mayor Zaragoza vivió también la etapa de la Guerra Fría entre la URSS y los EE. UU. De aquella etapa, conserva también un regalo de Gorvachév llamado “El nacimiento del nuevo hombre” y que se conoce también como “El huevo de Colom”, ya que aparece el descubridor de América con un mapa donde están las tres carabelas. Fue un regalo como reconocimiento por haber sido el embajador de buena voluntad de la UNESCO.
Sin olvidarnos de la talla de nácar de la Santa Cena, un obsequio de Yasser Arafat, el líder y presidente de la organización para liberar Palestina que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1944. Arafat defendía los derechos de los palestinos para tener un territorio propio y acabó dejando de lado las guerras para lucharlo con el uso de la palabra. El obsequio era en agradecimiento por la convivencia entre culturas y religiones y en señal de tolerancia entre los pueblos.
Estos son sólo algunos de los ejemplos de toda una vida dedicada a la defensa de los Derechos Humanos de la Carta Universal de las Naciones Unidas. Una tarea que forjó el hombre en todos los valores que supo difundir, predicar y practicar hasta el último de sus días. Todos los que pudimos conocerlo preservaremos un gran recuerdo en nuestra memoria de este docto humanista tortosino.