La Biblioteca Marcelo Domingo ha acogido esta tarde el acto de conmemoración del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto en el día que también se celebran los 80 años de la liberación del campo de concentración de Auswitch.
Hoy se ha dado a conocer el resultado del estudio que el departamento de Cultura le encargó al escritor Joan Baptista Beltran i Reverté sobre la historia de los deportados tortosinos a los campos de concentración. Una investigación que tiene como objetivo culminar con la colocación de los adoquines Stolpersteine.
Así lo ha anunciado el alcalde de Tortosa, Jordi Jordan, que ha destacado que “es muy necesario hacer estos actos de memoria en un momento en el que el auge de la extrema derecha se extiende a todo el mundo” y que “conoceremos la historia de los 40 tortosinos republicanos que vivieron el horror del fascismo y del nazismo que tuvieron el coraje y la dignidad como personas que lucharon por la justicia y la democracia”.
En este sentido, Jordan también ha explicado que el próximo 25 de julio el Ayuntamiento de Tortosa homenajeará al que fue concejal del consistorio republicano, Josep Mª Brull i Solares, dedicándole la segunda edición del ciclo Memorias Tortosinas. Brull era un jesusense que se marchaba al exilio y que fue deportado al campo de Gusen, donde lo asesinaron con la brutal inyección de gasolina en el corazón.
“De esta manera damos pasos para que este pasado no caiga en el olvido y se haga pedagogía, sobre todo, para las generaciones más jóvenes”, ha remachado Jordan.
A continuación, Joan B. Beltran ha presentado los detalles de su estudio destacando que, en total, se puede hablar de 200 deportados a los campos que eran procedentes de Les Terres de l’Ebre. Toda esta investigación ha sido posible gracias a la existencia de los archivos históricos municipales, comarcales, los registros civiles y de defunciones, el archivo de Salamanca o también los archivos internacionales de Francia y Alemania.
En el campo de concentración de Mathausen se deportaron 9.328 republicanos españoles y, más concretamente, 36 toreros. Mientras que en los subcampos de Neuengame fueron 3, uno en Dachau y uno más en Buchenwald.
Beltran ha explicado el caso del castillo de Hartheim en el que se eliminaban todos aquellos prisioneros que no servían para realizar trabajos forzados en las cámaras de gas. Allí murieron 450 republicanos y, entre ellos, se encontraban los toreros José Fatsini Fontcuberta, Juan Bella Cugat y Antonio Contel Calvet. Este último, sin embargo, no llegó ni al castillo porque fue gaseado dentro del camión fantasma.
Beltran también ha alertado de que en el listado de deportados todavía hay algunos interrogantes que habrá que resolver porque no queda claro cuál era su lugar de nacimiento. Este es el caso de Manuel Arnau Tàrrega que a pesar de estar registrado en Tortosa, el archivo del Ayuntamiento de El Prat de Llobregat también lo reivindica como nativo del municipio de El Baix Llobregat. También hay dudas en los casos de personas que habían nacido en Guadalajara o Buenos Aires, pero que, en realidad, acabaron haciendo su vida en Tortosa. Y también el caso de Ramon Verge Armengol, un enfermero que, según algunos testigos, parece ser que mataba más vidas que salvaba. El torero fotógrafo de Mathausen, Antoni Garcia, habla abiertamente de él y lo ubica en la EMD de Jesús, mientras que otros lo sitúan en Jesús y María (actual Deltebre) e, incluso, en Barcelona.
Unas dudas que deberían poder aclararse igual que ya se ha hecho en el caso de Jacinto Ribagorza Vidal, de Els Reguers, que aparecía registrado por duplicado con dos apellidos diferentes “Caseres” y “Cáceres” en el censo municipal. Un hecho que los periodistas Irene López y Gustavo Moreno ya alertaron en 2021, cuando el anterior consistorio de Roigé erró el número de adoquines Stolperstein que debían encargarse al haber contado este deportado por duplicado.
También ahora se ha podido saber dónde están los restos del deportado Rafel Cardona, familiar de Jaume Rocamora, que fue incinerado en el campo de Steyr. La particularidad de aquel campo, sin embargo, es que en vez de deshacerse de las cenizas, las depositaban en unas urnas y anotaban las fechas y los nombres. Las urnas aún se conservan en una fosa del campo, aunque la mayoría de ellas han perdido las inscripciones.
Entre otras curiosidades descubiertas durante la investigación, Beltran también ha querido destacar el hecho de que ha encontrado un libro que explica que el joven enfilado arriba del crematorio que avisaba de la llegada de los soldados liberatorios, era de Tortosa. Ahora falta descubrir cuál era su identidad.
Y, finalmente, ha mostrado la carta que tres supervivientes de los campos nazis (los hermanos Ramon y Joan Garcia Gisbert y el fotógrafo Antoni Garcia) publicaron en el Ebro Informes dirigiéndose al entonces alcalde de Tortosa, Felipe Tallada. Los miembros de la Federación Española de Deportados pedían que se dedicara una calle a todos los toreros deportados que fueron asesinados. Una tarea que todavía está pendiente y que, como decía la periodista Montserrat Roig, “si hay un acto de amor, ese es la memoria”.
Una memoria histórica que también ha estado presente en la lectura del manifiesto de la asociación de Amical Mathausen que ha corrido a cargo de dos alumnos del instituto Dertosa. El manifiesto de este año destaca que “todo fue fruto de un sistema político que aspiraba a perpetuarse en el poder” y que “no fue un sueño de Hitler, sino la implicación de los sectores de la sociedad más culta y de más poder quienes lo hicieron posible”. Denunciando también “los peligros de los actuales discursos de odio que se difunden en las redes sociales y que ponen en peligro la lucha de centenares de hombres y mujeres que nos han precedido”.
La tarde ha finalizado con la presentación del libro “Puertas de la memoria: deportación de los republicanos ampostinos a los campos nazis”, de los profesores Lluís Montull y Carme Maigí. Un libro que surge a raíz del proyecto escolar y educativo “Puertas de la Memoria” impulsado por el Memorial Democrático y que permitió que los estudiantes ampostinos pudieran hacer una exhaustiva investigación sobre los 10 ampostinos deportados a los campos nazis. Un proyecto de comunicación intergeneracional que, como dice Montull, “permitió que abriéramos las puertas del centro para la entrada de los testigos de los deportados y luego por el retorno de nuestra investigación hacia la comunidad”.
Un proyecto que culminó con la instalación de los adoquines Stolpersteine y del que se ha hecho una exposición itinerante y el libro.
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