Desde hace más de un año, José y El Ester, una pareja de Tarragona, están pasando por todo un calvario, ya que viven dentro de una furgoneta aparcada en un pequeño garaje de 25 metros cuadrados, mientras su chalet, a solo 150 metros de distancia, está ocupado por una familia que se niega a dejarlo.
La historia de la pareja comienza en 2013, cuando decidieron dejar Tarragona para mudarse a las Islas Canarias, alquilando su casa a un conocido. Cuando este inquilino se fue de la vivienda en 2019, la pareja decidió alquilar la casa a la hermana de éste, aumentando el precio del alquiler a 600 euros, según ha detallado el Diari de Tarragona y Cuatro.
Con el tiempo, comenzaron a plantearse volver a la península, y de cara a julio de 2023, después de diez años en Canarias, y con su hija a punto de iniciar la etapa universitaria, José y Ester comunicaron la decisión a los inquilinos.
Todos estos planes se esfumaron, ya que se encontraron con una negativa rotunda por parte de los inquilinos, quienes alegaron que no podían marcharse. Tras esperar, y teniendo en cuenta que el contrato había terminado en noviembre de 2023 y estipulaba un plazo de cuatro meses para abandonar la casa si los propietarios regresaban, los inquilinos dilataron el proceso judicial y alegaron que los propietarios no necesitaban el domicilio. Ahora, la vista previa del juicio no se hará hasta octubre de 2025, una espera que ha dejado a José y el Estero en una situación insostenible.
“Nos dijeron que no dejarían la casa, y no solo eso, sino que nos amenazaron con destrozarla si no la vendíamos”, explica José, quien califica a los inquilinos de “ocupas de guante blanco” para tener un piso propio y trabajar para el Ayuntamiento de Tarragona. Debido a esta situación, José y Ester, sin trabajo y sin recursos, se han visto obligados a vivir dentro de la furgoneta, cocinando en un fogón y durmiendo en colchones, sin acceso a servicios básicos. “Pasamos frío y nos tenemos que duchar a trozos. Esto es una situación insostenible”, lamenta Ester.
La hija de la pareja, que estudia en la universidad, no ha podido vivir con ellos y ha tenido que alquilar una habitación en el centro de la ciudad, lejos de su familia. La falta de apoyo institucional y la lentitud de los procesos judiciales agravan aún más la desesperación de la pareja. “La justicia va demasiado lenta. Nosotros hemos pagado nuestra hipoteca durante 20 años y ahora no podemos volver a nuestra casa. No es justo”, afirma José.
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