La raíz del problema es muy simple y se encuentra, por un lado, en el uso masivo de los plásticos en las cadenas industriales —más de 400 millones de toneladas anuales— y, por otro, en la lenta degradación de la composición química de los materiales con que se fabrican. Así, por ejemplo, una bolsa de plástico de las que usamos en el supermercado puede tardar 150 años en degradarse y una simple botella de agua, más de mil años.
Este reto planetario tiene un vínculo estrecho con el equilibrio delicado del ciclo del agua, ya que se estima que una media de 11 millones de toneladas de plástico se vierten año tras año a los océanos: el equivalente a verter un camión de basura lleno de plásticos cada minuto, con el peso de hasta 1.089 veces la Torre Eiffel o 46 veces el espacio que ocupa la isla de Manhattan.
De hecho, nuestros mares y océanos ya contienen millones de toneladas de plástico que, con el tiempo, se desintergran en microplásticos (partículas de tamaño inferior a 5 milímetros), y estos se descomponen aún más en nanoplásticos (partículas de tamaño inferior a 0,1 micrómetros). Estas fracciones de contaminantes plásticos suponen una gran amenaza para la vida en este planeta, desde las plantas y los animales hasta los humanos, ya que acaban entrando en nuestras cadenas alimentarias y, por lo tanto, en nuestros organismos.
Además, los estudios afirman que el mar Mediterráneo representa la sexta zona de mayor acumulación de residuos plásticos del mundo, con una concentración de hasta el 7 % de los microplásticos del planeta. Y el panorama se agrava aún más si tenemos en cuenta que alrededor de un tercio del conjunto de desechos plásticos acabará en suelos o masas de agua dulce.
La contaminación por plásticos se extiende por todos los rincones del planeta y se ha convertido en uno de los retos medioambientales más urgentes de nuestro tiempo. Es fundamental, pues, un cambio en la llamada “economía del plástico”, que debe evolucionar hacia un sistema que preserve el valor y los beneficios de los plásticos, eliminando los residuos y los problemas que generan.
Agbar hace tiempo que puso el foco en la reducción del impacto ambiental de los plásticos mediante varias líneas de trabajo. Una de ellas es evitar que lleguen al medio natural a través de las redes de alcantarillado. Esto se consigue con la instalación de redes de retención de residuos sólidos en los aliviaderos de aguas residuales y pluviales, en el caso de los municipios que disponen de redes separativas. Estos elementos entran en funcionamiento en episodios de lluvias torrenciales y recogen los residuos que arrastran los colectores de saneamiento y, de esta manera, evitan el vertido al medio natural y que su acumulación en colectores y bombeos provoque obstrucciones y daque los equipos. La función principal de este sistema es proteger los cauces de los ríos, las playas y su biodiversidad. Las redes rinden objetos de todo tipo, pero especialmente bastoncillos para las orejas, mascarillas, toallitas, compresas y otros desechos que se vierten de manera indebida por imbornales, desagües e inodoros.
Tarragona, Sabadell o Rubí son algunas de las ciudades que han incorporado esta solución a las redes de alcantarillado. En Tarragona, desde 2021 se han instalado 32 mallas que hasta hoy han recogido más de 37.300 kilos de residuos, 18.500 sólo durante 2024; 19 de estas mallas están ubicadas en los aliviaderos de la playa de El Miracle y de L’Arrabassada, y 14 en los aliviaderos del parque fluvial del río Francolí y en Sant Salvador.
En Sabadell se han instalado un total de 13 mallas filtrantes, 11 de ellas en el río Ripoll y 2 en el río Sec. En un episodio intenso de lluvia se pueden extraer hasta 200 kilos de residuos. De media, desde su instalación en el año 2020, se ha evitado que anualmente lleguen a los ríos 8.600 kilos de residuos.
Rubí también dispone de este tipo de mallas desde 2022. Concretamente, se instalaron 10 en la salida de la galería del torrente de Ca n’Oriol. Desde entonces se retiran anualmente en promedio 4.000 kilos de residuos.
En todos los casos, las mallas están monitoreadas a través de cámaras para controlar cuándo es necesario proceder a su vaciado.
Una solución que se ha probado efectiva y que debe ir aproliándose para evitar que estos residuos lleguen al medio natural y dañen la calidad de las aguas, así como sus ecosistemas y su biodiversidad.
Otra línea de trabajo es la eliminación de los micro y nanoplásticos en el proceso de depuración de las aguas residuales. Las depuradoras son un punto de entrada importante de los microplásticos al medio acuático, ya que en el proceso de tratamiento no se consigue eliminar la totalidad de estos contaminantes. Fibras textiles sintéticas, microperlas cosméticas y partes desintegradas de productos de consumo que se tiran al inodoro van a parar a los sistemas de alcantarillado procedentes de fuentes domésticas y después a las depuradoras. Actualmente, CETAQUA, el Centro Tecnológico del Agua de Agbar, participa en el proyecto BMRex, financiado por la Comisión Europea, que tiene como objetivo el desarrollo de un reactor biocatalítico capaz de capturar y degradar contaminantes en suspensión como los micro y nanoplásticos presentes en las aguas residuales.
Finalmente, Agbar también considera que la sensibilización de la ciudadanía es otro vector en la lucha contra la presencia de residuos plásticos en el medio natural. Por este motivo, colabora con eventos deportivos y culturales con el fin de reducir su impacto ambiental a la vez que se fomenta la hidratación sostenible. Con la instalación de fuentes de agua potable, la compañía ha contribuido a la descarbonización de pruebas deportivas internacionales como el Ironman Barcelona. La compañía también ha instalado los puntos de avituallamiento de grandes carreras populares para evitar el desperdicio de agua y los plásticos de un solo uso, como la Media Maratón Costa Barcelona Maresme, la Trailwalker, la Oncotrail, la Trirelay, la Mitja Marató de Puigcerdà, la Cursa de Badia, la Cursa Contra el Cáncer en el Vallès Oriental o la caminata solidaria “Hacemos el camino a tu lado” entre Manresa y Montserrat, entre otros.
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