En el hemisferio norte viviremos un nuevo verano complicado para la gestión de incendios forestales.
En los medios de comunicación volveremos a ver, escuchar y leer sobre hectáreas quemadas, medios de extinción desplegados y poblaciones evacuadas.
Pero ante este discurso, hay un nuevo entendimiento de los incendios y la ruralidad.
Es un relato sobre la resiliencia de los habitantes de los pueblos, los hábitats y el medio ambiente.
En un estudio reciente sobre el tratamiento periodístico de los incendios en el marco del proyecto de investigación Ruralim, hemos evidenciado que el discurso de la resiliencia está ganando espacio en los medios de comunicación.
Ante el lenguaje bélico de ‘el ataque’, los ‘flancos’, el ‘polvorín’ y las metáforas que fijan un imaginario del fuego como un monstruo, hay lenguajes más sistémicos: el fuego forma parte de los ecosistemas y el actual contexto de emergencia climática significa que debemos convivir con él, adaptarnos, ser resilientes, prepararnos y recuperarnos cuando nos afecte.
El papel de la comunicación y de las comunidades rurales es crucial.
Necesitamos un periodismo que conozca los entornos naturales y socioculturales.
Los periodistas a menudo cubren los incendios sólo en momentos de crisis.
La mayoría llegan a los lugares cuando lo hacen los aviones y los bomberos, hacen fotografías y se graban cerca del fuego o de las cenizas, entrevistan a responsables de los operativos o vecinos angustiados… y se van.
El relato de la resiliencia requiere nuevas prácticas.
Por ejemplo, es importante abordar temas como la despoblación, el abandono de las actividades agrícolas y de silvopastoralismo y los cambios aplicados para hacer frente a los fuegos futuros, como la gestión forestal sostenible y la creación de franjas de seguridad para las urbanizaciones.
Además, esta aproximación requiere un conocimiento de las comunidades, de las asociaciones y de las redes de solidaridad entre los habitantes, de la memoria y la historia natural de los territorios.
Una de las claves para “cambiar el chip” en el relato de los incendios es aproximarse más a las comunidades rurales y sus realidades.
Estar antes y después del fuego.
Otra problemática derivada del marco comunicativo de la extinción de los incendios es que las comunidades rurales reduce a víctimas pasivas.
El único camino a la salvación que se presenta es la intervención de los expertos.
Desde un punto de visión de quienes no viven en entornos rurales, puede parecerlo.
Pero las realidades son muy diferentes.
A menudo, los habitantes locales se movilizan y se organizan después de vivir incendios forestales de cerca. No sólo lo hacen para recuperar su estimado territorio, sino también para prevenir desastres futuros.
Hay ejemplos de colectivos activos tras importantes incendios como Pego Viu en la Vall d’Ebo (Alicante), Ōriwa en Begís (Castellón) y Albura en Villanueva de la Vera (Cáceres) en 2022.
Aunque el incendio proporciona, literalmente, la chispa para originar a estos colectivos, muchas veces acaban trabajando holísticamente en sus territorios. Esto ocurre porque los propios habitantes reconocen que el fuego es tan solo un síntoma visible y que hay intricadas causas de fondo de índole social, política, económica y ecológica: lo que llamamos “iceberg del fuego”.
Considerando esto, los colectivos rurales no buscan sólo una resiliencia ante los incendios forestales, ya que se enfrentan a una lista de retos como la emergencia climática, la despoblación y el extractivismo.
Así, encaminan sus acciones hacia una resiliencia genérica ante todos estos retos.
Son clave en estos procesos las redes colaborativas que se forman, a través de las cuales conectan personas y entidades, aprendizajes y reflexiones, tanto del territorio afectado como más allá.
Lejos de ser víctimas pasivas de los incendios forestales, las comunidades rurales son una fuente de inspiración y de esperanza para adaptarse al complejo entramado de retos actuales.
A menudo los colectivos rurales pasan inadvertidos, tanto por la ciudadanía en general, como por los expertos en incendios forestales, como que no son parte de proyectos oficiales ni tener recursos para elaborar una comunicación externa.
Un periodismo local y de acercamiento a estas comunidades puede tener un papel clave para dar a conocer su actividad.
Un periodismo atento a los sentidos de lugar puede aportar a la construcción de comunidades resilientes.
Esto se puede hacer al compartir historias, reflejando su realidad para presentar miradas más allá del fuego.
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