El alcalde Rubén Viñuales ha inaugurado la tarde del viernes el retrato escultórico del arquitecto tarraconense Josep Maria Jujol i Gibert. Coincidiendo en el 75º aniversario de su muerte, el escultor Joan Serramià ha sido el encargado, junto con el fundidor artístico Lluís Vidiella, de llevar a cabo la representación de Jujol en formato estatua, tal y como le encargó el hijo del arquitecto, a través del Ayuntamiento de Tarragona.
A la inauguración, donde también ha asistido la consejera de Cultura, Sandra Ramos, y otros miembros del consistorio, el alcalde ha querido destacar que “este no es solo un acto de reconocimiento a su persona, sino también de agradecimiento a su extraordinaria trayectoria dentro del mundo de la arquitectura”.
La escultura de Jujol, de bronce, ha sido hecha mediante la técnica de cera perdida. Pesa cerca de 200 kilos y va acompañada de una base que pesa 50 más, donde se ha escrito su apellido: Jujol, recreando su caligrafía. Como detalle, se le ha añadido una cruz y una Tau de Tarragona, haciendo referencia a su identidad católica y tarraconense. “La pervivencia de esta escultura servirá para que nunca caiga en el olvido su importancia en la historia de la ciudad”, ha cerrado Viñuales.
A partir de ahora ante una de sus obras cruciales, el Teatro Metropol, la figura de Jujol será un elemento más de la Rambla tarraconense, por donde él debía pasear innumerables veces. Josep Maria Jujol i Gibert (16 de septiembre de 1879, Tarragona – 1 de mayo de 1949, Barcelona) fue un arquitecto, dibujante y diseñador modernista, que se dedicó en gran parte a la docencia tanto en la Escuela de Arquitectura como en la Escuela de Trabajo de Barcelona. Fue arquitecto municipal de Sant Joan Despí, donde hay buena parte de los edificios que construyó, aunque siempre admiró el paisaje y el territorio tarraconense, sus raíces.
En el ámbito profesional han trascendido las colaboraciones que hizo va con Antoni Gaudí, quien le permitió mantener su libertad al utilizar las formas y colores de sus creaciones. Sin duda el Teatro Metropol es el ejemplo más claro de su libertad a la hora de crear y esta obra modernista de 1908 es “un barco que conducía a los espectadores hacia el mar de la salvación”, tal y como se ha dicho en muchas ocasiones.