La crisis de la vivienda que vive Cataluña, y que también afecta al resto de España y de muchos países desarrollados, se agrava cada vez más sin que los intentos de poner solución por parte de las autoridades, instituciones públicas y gobiernos haya conseguido resultados claros.
Entre los factores que han hecho subir los precios de los pisos y ha aumentado la falta de oferta hay varios, como la proliferación de la modalidad de piso turístico, destinado a convertirse en una fuente de ingresos que genera a los propietarios más beneficios que el alquiler tradicional. También la compra masiva de pisos e incluso edificios enteros por parte de fondos buitre y grandes propietarios con la misma intencionalidad: especular y obtener ingresos.
Ante esta situación, en los últimos años ha aumentado también la cantidad de gente que comparte piso, alquilando solo una habitación y haciendo uso del resto de la vivienda. Un hecho que, hasta hace relativamente poco, se centraba en espacios específicos de población: estudiantes, profesores u otros trabajadores temporales. Ahora, sin embargo, es una opción cada vez más común en la población general que está empobreciendo a la sociedad.
Según el último informe de Cáritas Diocesana de Barcelona y el Observatorio de la Vivienda Digna deESADE, vivir en habitaciones ha pasado, en los últimos tiempos, de ser una “alternativa transitoria” mientras la situación económica mejoraba a convertirse en una “solución permanente”, y denuncia que hay familias enteras que viven apiñadas en habitaciones por el inasumible coste del alquiler de un piso entero.
El informe ‘Exclusión compartida, vivir en una habitación en un contexto de exclusión residencial y social’, elaborado a partir de 62 entrevistas y 4 grupos de discusión, muestra las dificultades de muchas familias de acceder y mantener una vivienda digna. Ante esto, su única alternativa es alquilar habitaciones, con la inseguridad jurídica que esto les provoca: dificultades de empadronarse, de escolarizar a los hijos en escuelas de su zona, acceso al CAP de su barrio o incluso tener un contrato de alquiler.
La falta de intimidad también es un factor a tener en cuenta y que genera tensión, estrés, ansiedad y otros problemas de salud mental que afectan a la calidad de vida de las personas, especialmente en los niños, que no disponen de espacios propios donde desarrollarse.
Este es el caso de Catherine, una mujer de Colombia que llegó a Barcelona hace tres años. Tal y como explica en ’20 Minutos’, comparte una habitación con su hijo de 2 años. Lo mismo le pasa a Birggith, que vive en una habitación con su marido y dos hijos adolescentes. Ambas son personas atendidas por Cáritas Barcelona, aunque este fenómeno no se limita únicamente a la capital catalana y su área metropolitana, sino que también afecta a Tarragona, Lleida y Girona. De hecho, en toda Cataluña, Cáritas atiende a más de 50.000 personas que viven en habitaciones.
Desde la organización, el director Eduard Sala ha hecho un llamamiento a todas las administraciones para solucionar las deficiencias estructurales del mercado de la vivienda: “Necesitamos recuperar la función social de la vivienda, entenderlo como un derecho y no como un bien especulativo”.