Divendres, 29 de març de 2024
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Francisco Ripoll: “Secuelas económicas”

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De todas las secuelas post traumáticas del largísimo e inútil “prucés”, y en la confianza de que la convivencia  entre ciudadanos de buena voluntad, que son la inmensa mayoría, se irá restableciendo con el tiempo, al darse cuenta mucha gente de todo era una enorme mentira  imposible, la peor es el descalabro económico que ha sufrido Cataluña en el tiempo récord de un mes.

Las pérdidas son difícilmente cuantificables. Pero son y muchas.

 La retirada de depósitos de la banca, puede ser corregida, y a quien menos afecta es precisamente a la banca, que juega en otra liga, en donde la cotización es más importante que la libreta.

La salida de empresas, en una sangría terrible, con un valor cercano a los 90.000.000 €, tendrá una repercusión importante en cuestiones financieras y directivas por los cambios de sede social (menos empleos), pero mucho más en los casos de traslado de domicilio fiscal, pues todos los impuestos que generan las grandes y pequeñas empresas no se recaudaran en Cataluña, sobre todo los de competencia autonómica, pero también con un efecto negativo para las balanzas fiscales el impuesto de sociedades.

Aún así, la merma de ingresos para una Generalitat ya arruinada, no es tan grave como la pérdida de inversiones, o la desinversión. Eso significa que, en vez de producirse un crecimiento del PIB consistente, éste se irá reduciendo, al perder competitividad.

El efecto evidente es una caída significativa del empleo, que se une a la producida por la reducción del turismo y del consumo en general, ya sensible.

Menos mal que, al cortarse la hemorragia severa, se podrán salvar centros de producción, evitando deslocalizaciones salvajes demoledoras.

Para acabar de complicarse las cosas, se produce y se constata un principio de boicot a los productos catalanes en el resto de España, factor absurdo pues tiene efectos de ida y vuelta, y perjudica tanto a los boicoteados como a los boicoteadores. Los fabricantes de cava comprarán menos tapones de corcho al fabricante de Badajoz. O cajas de madera a Asturias.

¿Qué hacer? Despejada la duda de si Cataluña sería alguna vez independiente, hay que volver a la normalidad económica. Hay que regenerar la confianza financiera y del capital, hay que lucir estabilidad política, seguridad jurídica, y muestras de buen gobierno.

Hay que replantear y exigir un nuevo sistema de financiación autonómica, más justo para Cataluña, hay que aprovechar eficazmente las ventajas competitivas históricas y las que ofrece el marco de la Unión Europea, y hay que hacer campaña nacional e internacional para recuperar las inversiones, y evitar el infantil boicot a los productos catalanes, en base a mejorar la competitividad de los mismos, su calidad, su optimización de costes tributarios y de producción tecnológica.

Solo así se frenará el desangrado del empleo, la pérdida de financiación para gastos sociales, y se recuperará la senda del crecimiento y del bienestar.

Todo  esto, es todavía más relevante en nuestra comarca, farolillo rojo de la economía catalana, en la que podríamos estar pasando de pobres a pobrísimos.

Todo lo demás, son temas de política ficción, de gestos de sentimentalismo barato, y carnaza para salvapatrias peligrosos y populistas.  Que allá se las compongan, mientras no se metan con las cosas del comer.

Francisco Ripoll Roig

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