Dijous, 18 d'abril de 2024
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Elena O’Callaghan i Duch: “Asterix en Cunit – La resistencia irreductible”

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Imatge d’Elena O’Callaghan i Duch. Foto: Cedida

“Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía…”

A los escritores se nos va un poco la olla de vez en cuando. Seguramente porque, como dicen, la creatividad es la capacidad de relacionar cosas que no tienen nada que ver y sacarle partido a esa mezcla.

Y eso es lo que me ha ocurrido en este mes de agosto. Nada menos, me he encontrado en Cunit el pequeño reducto de la Galia, en plena resistencia contra “esos malditos romanos”. Hasta les he puesto cara a Astérix, Obélix, Idefix y Panoramix.

Aterrizo al mundo real para que los lectores me entiendan. Debido a un cúmulo de circunstancias, ajenas al motivo de este escrito, una servidora se encontró en una situación límite en su casa. Estaba yo con una costilla rota a raíz de una caída en la calle, dicho sea de paso, provocada por un descerebrado vecino que había tirado una mallas de alambre oxidado frente a los contenedores, barrando completamente el paso por la acera. El tema de los contenedores en Cunit es para escribir otro artículo (“Astérix y la gimkana de los contenedores”).

A lo que iba, a la situación límite. Para se entienda el asunto, aporto algunos datos además de la costilla de una servidora. Paso de los 60 años y tengo a mi cargo una madre de 95, absolutamente dependiente, y un perro de 14 años, sordo y medio ciego. Por razones que no viene al caso, este agosto no tuve más remedio que acoger en mi casa a dos perros de un familiar enfermo. Esos dos perros están catalogados por su raza -y dicho sea de paso, estigmatizados- como PPP (perros potencialmente peligrosos). Los perros en cuestión eran buenos, pero jóvenes y enérgicos. Lo que menos necesitaban era el contexto geriátrico que yo tenía en casa. El buenazo de mi perro, que no está catalogado como PPP, se sintió amenazado en su territorio. Empezó a gruñir y a protestar, cosa que los otros dos no acabaron de entender (¡todo un mundo eso de la comunicación entre perros!). La que tampoco entendía nada era mi madre, que no se atrevía ni a levantarse de la silla por miedo a que la tiraran los perros, simplemente por querer jugar.

Contuve la situación durante algunos días, intentado separar -a pesar de mi costilla rota- perros y madre, pero la casa tampoco da para tanto. Ahorro al lector detalles de cómo la tensión fue in crescendo por parte de todos. En cuanto empezaron las primeras peleas territoriales y ajustes de cuentas entre los perros, a mi madre le dio un ataque de ansiedad y se le disparó la tensión a cotas alarmantes. En ese momento, me desbordé. Ya no recuerdo que a quién llamé primero, si a la ambulancia o a los Mossos.

Por resumir y centrar el tema, a través de los Mossos, me llamaron de la Asociación AMANCU, la entidad gestora de la protectora de Cunit, que el mismo día se presentaron en casa para evaluar la situación, que ellos mismos catalogaron como de bomba de relojería. ¿Y qué tiene que ver todo esto con Astérix, Obélix y la pequeña aldea gala? Paciencia, lector, que ahí voy.

¿Qué he encontrado en AMANCU? En primer lugar, profesionales como la copa de un pino. Licenciados universitarios y especialistas en conducta canina, con un tremendo conocimiento del universo de perros, a un nivel que ya quisieran muchos etólogos y educadores caninos.

Destaco además, su responsabilidad y su sensibilidad, no solo hacia los perros sino también hacia las personas, y la capacidad de hacerse cargo de la casuística personal o familiar que hay detrás de cada caso.

Por otra parte, la gente de AMANCU no se limita a recoger canes, darles de comer y atender sus necesidades físicas. Se preocupan y se ocupan de su educación, de su salud psicológica y de su estabilidad emocional, de su socialización con personas y otros perros, e incluso gatos… En definitiva, les devuelven a los animales su dignidad. El seguimiento que hacen de cada caso es espectacular. Su trabajo es encomiable, serio e impecable. Todo ello incrementa la posibilidad de posteriores adopciones. Bien merece AMANCU que se le eche un cable, y no solo por parte de particulares y voluntarios amantes de los animales, sino por parte de entidades públicas.

Hacerme voluntaria de AMANCU, me ha permitido constatar que, detrás de esta inmensa labor social, a menudo poco valorada y dignificada, hay todo un itinerario y una gestión estratégica sin la cual sería imposible ofrecer este servicio a la sociedad con la maestría y responsabilidad que ellos lo desarrollan. Y esta gestión se está realizando desde el voluntariado con un considerable esfuerzo, un agotamiento físico y un ingente desgaste personal de la Junta directiva de AMANCU. (Me pregunto: ¿qué pasaría si dimitieran por colapso y desaliento?).

Un botón de muestra: en una sola hora que estuve hablando con su presidenta, le sonó el teléfono 7 veces para casos urgentes y apremiantes, tanto de perros como de gatos. Su impotencia y su desesperación por no llegar a todo, me conmovió. Y ahí fue cuando me interesé por el funcionamiento interno de la asociación.

AMANCU gestiona la única protectora municipal que hay en todo el Garraf y el Penedès, en Cunit. La única y la última, pues parece ser que la tendencia actual es derivar a los animales a macro-protectoras intercomarcales o intermunicipales. ¡Me quedé a cuadros! Eso significa hacinamiento canino y gatuno y, por supuesto, la imposibilidad de atender a perros con la atención y dignidad que he comentado antes (con lo que disminuyen drásticamente las posibilidades de adopciones).

Voy más allá. No solo se necesitan manos y recursos económicos. Se necesita una mente ejecutiva y, sobre todo, se necesita voluntad política, porque yendo aun más allá, me entero de que en el Ayuntamiento de Cunit, se acaba de crear una Regiduría específica de Bienestar Animal. Esto tendría que ser una muy buena noticia, porque en manos de dicha regiduría está la posibilidad de conservar ese reducto –una perla en medio del mapa de Catalunya- y encumbrar a Cunit como modelo a seguir de acogimiento y rehabilitación de animales.

Del mismo modo que no se puede obviar el camino recorrido por AMANCU en los últimos 3 años, la nueva regiduría no puede desperdiciar ahora esta oportunidad de oro para dotar de recursos técnicos y económicos y, así, engrandecer “la resistencia irreductible”, la aldea gala de los que no tienen voz.

Desde aquí hago un llamamiento esperanzado a la nueva regiduría de Bienestar Animal, para sepa actuar con inteligencia y sentido común. Como dijo Mahatma Gandhi: la grandeza de una nación y su progreso moral deben ser medidos en función de cómo se trata a los animales.

© Elena O’Callaghan i Duch

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