Dimarts, 16 d'abril de 2024
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Christian Soriano: “Entre lazos de emociones”

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Tenía que escribir acerca del “adoctrinamiento” en las aulas catalanas. Las recientes palabras de Rivera y compañía acerca de la instrucción de las escuelas públicas de Cataluña sobre sus alumnos empujando a estos hacia el movimiento independentista me habían causado tal repugnancia que creía conveniente defender a todas aquellas profesoras y todos aquellos profesores que durante más de quince años llevan educándome y formándome. Quería hacerlo como agradecimiento, pero sobretodo como defensa a ultranza de unos docentes que han sido, en su mayoría, ejemplo de rigurosidad, coraje y paciencia y a los que todos debemos mucho. Estas líneas debían coger esa dirección, pero lo de hoy lo cambia todo. Otra vez.

La suspensión de la autonomía catalana es un agravio de dimensiones estratosféricas que apuñala al autonomismo y dispara a un catalanismo que mira atónito como el nacionalismo le ha arrinconado.

El 155, así y ahora, es una cagada. Así de claro. Creo que no es preciso volver, otra vez, a narrar el proceso que nos ha llevado hasta aquí. También carece ya de relevancia repartir culpas. En estos momentos todos tenemos muy marcada nuestra postura, nuestra opinión, nuestras emociones…y el debate no existe. No existe porque cuando los sentimientos imperan los argumentos se pierden, pero, ante todo, porque cuando hablamos de corazón la razón calla, porque no existe.

Y a los catalanistas, a los que amamos a Cataluña porque nos hemos criado en sus calles, ver las instituciones catalanas totalmente desdibujadas y caricaturizadas nos duele y nos entristece enormemente. Y aquí, creo, coincidimos todos.

No voy a apelar al diálogo, estoy cansado de hacerlo. Tampoco repetiré que el consenso y el acuerdo es el mejor de los caminos, no el más corto, tampoco el más llano, pero si el que nos asegura llegar a buen puerto. Pero ya no importa lo que digamos o pensemos, ya sólo importa aquello que sentimos. Y siento que han atacado a mi sociedad, a mi gobierno, a mis instituciones y, sobretodo, a mi gente.

Y claro que el estado debe reaccionar, y claro que hay que respetar el Estado de Derecho y claro que el gobierno no se puede quedar de brazos cruzados ante una declaración unilateral de independencia. Pero déjense de historias, no ha habido independencia y la destitución del gobierno catalán es simple y llanamente un nuevo ataque a Cataluña y su gente. Vuelven a lucir su catalanofobia de la forma más reaccionaria posible. Se amparan en la legitimidad democrática para ocultar su carencia de legitimidad moral. Nunca la tuvieron.

Esto ya no va de partidos, tampoco de ideas. Se trata de defender las instituciones catalanas, de luchar por la autonomía que tanto les costó a nuestros abuelos conseguir, de seguir pensando que un pueblo como el catalán merece mantener lo que le corresponde.

Dejen de machacar a Cataluña, dejen de ensuciar el nombre del lugar donde vivimos, dejen de jugar con nosotros. Dejen de movernos como fichas de ajedrez. Los peones caen, pero la caída de las torres y los alfiles siempre duele más. Y tarde o temprano sucede. Olvídense de nuestro tablero, libren su sucia guerra en otra parte, pero dejen a Cataluña, nuestra Cataluña, en paz de una vez.

Por eso les digo, a unos ya otros, que la efervescencia de emociones que los catalanes experimentamos estos días está entrando ya en fase bostezo. Porque es siempre lo mismo, cabezazos entre “garantes de la unión de España” y “defensores de la democracia”. Aunque bueno, no se abrirán ellos la cabeza. Acabaremos sangrando nosotros. Como siempre.

Christian Soriano

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