ESPAÑA

TRAGEDIA EN EL PAÍS VALENCIANO | ¿Se podía haber previsto?

Muchas son las personas que se preguntan si una tragedia de esta magnitud se podía prever, sobre todo en lo que respecta al cost desgarrador, y aún provisional, en vidas humanas.

El hecho es que un aguacero de estas dimensiones, que ocurren con cierta periodicidad en el Mediterráneo, hará daño; es inevitable. Pero una cosa es que haga daño a cultivos, propiedades e infraestructuras, que los hará, y otra muy diferente es que siga decenas de vidas humanas. Con los medios de previsión actuales es intolerable.

‘A orillas del río, no hagas el nido’, hemos oído decir muchas veces a las personas mayores. Y es que tenemos una memoria histórica de aguaceros que se han adueñado, en un pasado más o menos remoto, casas, puentes, fábricas y personas. Cada localidad con río tiene su aguacero histórico.

Y a pesar de todo, a menudo, tenemos que ver cómo arroyos y ríos desbocados eliminan todo aquello que encuentran en su cauce. Porque el cauce del río es mucho mayor de lo que nos pensamos; y aunque queramos domesticarla y encotelarla, el agua acabará haciendo su camino, ponemos los obstáculos que ponemos.

IMPREVISIÓN INEXPLICABLE

Ahora bien, con todas estas consideraciones previas, y admitiendo que los daños materiales no se podían evitar (en todo caso esta dana nos podría servir de lección para planificaciones urbanísticas futuras), lo que sí se podría haber evitado, en gran medida, es el escalofriante número de víctimas mortales y los momentos de caos creados en la red viaria valenciana.

La gota fría que ha causado las riadas estaba anunciada por los meteorólogos desde hacía días. Había tiempo para prepararse.

Pero, para empezar, el Gobierno del popular de Mazón, el primer organismo que suprimió al tomar posesión fue la Unidad Valenciana de Emergencias, que podría haber sido de gran utilidad, especialmente a nivel preventivo.

Pero el mayor despropósito de la catástrofe es la aparente inacción de la Generalitat Valenciana para proteger a las personas desde que, en el interior del país, en Requena, en Utiel, en las montañas donde se originan ríos como el Magre, que desagua en la costa, cayeron 300 litros de precipitación en pocas horas.

El presidente Mazón declaraba a media mañana que “En cuanto a las alertas hidrológicas, los embalses están muy por debajo de su capacidad. Acumulan el agua recibida sin problemas. No hay ahora como ninguna alerta hidrológica respecto de ningún embalse. Por lo tanto, quiero destacar que las precipitaciones afectan especialmente al río Magre, pero hasta ahora no tenemos ninguna alerta hidrológica. Eso es una buena noticia a esta hora.”

De hecho, Mazón aseguraba, tranquilizador, que la tormenta se desplazaba hacia la Serranía de Cuenca y que hacia media tarde disminuiría el volumen de precipitación en todo el país. Tranquilidad y buenos alimentos de cara a la galería: al mal tiempo, buena cara.

No soy geólogo, ni hidrólogo, pero sé por experiencia que cuando llueve en las cabeceras de los ríos -y más cantidades tan dantescas- la riada está asegurada y, lo que hace falta, es hacer trabajo de previsión en las cotas bajas, en la costa, y desalojar a la gente que haga falta y cortar las infraestructuras que haga falta.

NEGLIGENCIA LETAL

A las doce y media, el Centro de Coordinación de Emergencias emitió un aviso especial de alerta hidrológica para los municipios de la orilla del río Magre. “Aviso de aumento del caudal del río Magre, con 350 metros cúbicos por segundo. Se alerta a los municipios ribereños y a los que van del Júcar hasta la desembocadura en Cullera”.

Hacia las cinco de la tarde, la Confederación Hidrográfica del Júcar comenzó a desembalsar agua del pantano de Forata, en Iátova. El río Magre ya bajaba desbocado hacia Algemesí, en la confluencia con el Júcar, arrasando con todo: aquello era una catástrofe.

Pero es que habían pasado muchas horas desde la precipitación en Requena y cinco horas desde que se emitiera la alerta hidrológica.

En el área metropolitana de Valencia, donde casi no había llovido, la gente vio terrorizada cómo las aguas los rodeaban en supermercados, autopistas, calles, tiendas… nadie entendía nada, nadie les había avisado.

Mazón volvió a aparecer en los medios a las diez de la noche, horas después de su comparecencia del mediodía, donde infundía tranquilidad y confianza. En aquellos momentos la catástrofe estaba en su apogeo y no se podía hacer prácticamente nada más que esperar a que bajaran las aguas y que cada uno se espabilara como pudiera.

Ningún aviso general, ninguna limitación de circulación, ninguna evacuación… y, de momento, una veintena de muertos. Seguro que bajo el barro hay más. Y de momento, ninguna dimisión.

Marc Pascual

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