domingo, 25 de mayo de 2025
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Sin barro y con casas para reconstruir: la zona cero de la dana seis meses después

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Seis meses después de la dana en el País Valenciano, la zona cero se empieza a recuperar. En las calles de l’Horta Sud ya no hay barro, ni coches amontonados, ni bajos inundados. Muchos locales y viviendas se han empezado a reformar, hay negocios abiertos, gente en las terrazas de los bares, pero todavía hay casas por reconstruir. Los vecinos de Picanya y de Paiporta se encuentran entre el desánimo por la lentitud de la burocracia y las ganas de girar hoja. “La normalidad se está recuperando bastante deprisa y bastante bien. Lo hemos cogido en mucha fuerza”, explica Paco Mir, de Picanya, en declaraciones a la ACN. En cambio, para José Espinosa “todo va demasiado lento”. Tiene el proyecto para rehacer su casa, parcialmente destruida, pero todavía no ha obtenido los permisos.

La primera línea de casas junto al barranco de El Poio a su paso por Picanya continúan bastante afectadas. En una de las fachadas se puede ver una marca en rojo donde se lee “4,75”, la altura hasta donde llegó el agua la tarde del 29 de octubre de 2024. La imagen contrasta con la apariencia de normalidad que hay por las calles del pueblo. En algunos lugares todavía se siente mal olor de barro y residuos, y los residentes hacen obras para rehabilitar los edificios. Al mismo tiempo casi todos los locales comerciales están en funcionamiento y casi todos los bajos con las persianas metálicas de acceso renovadas.

José Epsinosa, que vivía junto al torrente, explica que cuando vio que el barranco se desbordaba comenzó a sacar agua con la escoba, pero en vista de que cada vez subía más el nivel, decidió subir al primer piso de la casa junto con su madre, de 90 años. Cuando el agua ya llegaba al segundo piso, con un martillo hizo un agujero en la pared para salir por el otro lado.

La casa de José y de su madre ha quedado medio destruida y es imposible habitarla. La quieren lanzar al suelo y construirla de nuevo. El vecino explica que el 10 de abril pasado pidieron el permiso para derribar el edificio, pero el ayuntamiento aún no les ha dado respuesta. “Estamos esperando a ver si se afanan los del ayuntamiento y empezamos – con las obras –”, señala mientras recuerda que ya tiene todo el proyecto constructivo hecho.

“Llevamos seis meses y todavía no sabemos nada, todo va demasiado lento. Yo me veo seis meses más con mi casa así”, lamenta Espinosa. “Papeles hacia arriba, papeles hacia abajo”, resume en referencia a la burocracia. Ahora vive en casa de un familiar y tiene ganas de empezar los trabajos y volver a su casa. Por ello, pide a las administraciones públicas que “se afanen un poquito”. “Lo que queremos es volver acá”, añade.

Los vecinos de Picanya pueden firmar una declaración autorresponsable para iniciar una reforma menor en las viviendas afectadas por la dana, pero los inmuebles que deben reconstruirse sí necesitan los permisos pertinentes.

Falta mano de obra

Al otro lado del barranco, en la zona del casco antiguo de Picanya, vive Paco Mir. Recuerda que su casa quedó “inhabitable”. Se quedó sin muebles, electrodomésticos, ropa; “se perdió prácticamente todo”, indica. Medio año después, ha podido limpiar y hacer de nuevo algunas paredes, aunque aparecen humedades con frecuencia. En cada una de las habitaciones hay un deshumidificador que saca agua a “cantidades bestiales”, comenta.

Uno de los problemas que se encuentran es que no hay mano de obra suficiente para hacer todas las reformas y reconstrucciones de la zona cero. “Ni obreros, ni linterneros, ni electricistas, está todo el mundo igual”, asegura el Paco. De hecho, él tiene que cambiar la puerta principal de la casa porque está afectada, pero todavía no ha encontrado a nadie que le pueda hacer.

Los vecinos de Picanya también están afectados en cuanto a las infraestructuras de movilidad. Echan en falta el servicio de metro, inoperativo desde la riada, para acercarse a Valencia, y sólo hay un puente transitable, de los cinco que había en la población, además del provisional que construyó la UME.

“Hemos atendido el desastre desde el desastre”

Desde el Ayuntamiento de Picanya, el director de comunicación, Roberto Moraga, dice que han sido meses “de mucho trabajo” y que ahora entran en una “fase de reconstrucción”. Moraga insiste en que la situación que dejó la dana era “imprevista”. “Como sociedad y como administración no estábamos preparados para afrontar este nivel de destrucción”, argumenta.

El portavoz explica que los trabajadores del consistorio trabajaron los siete días a la semana durante catorce horas diarias los tres primeros meses después de la barrancada. “Somos la administración que hemos atendido el desastre desde el desastre”, señala. Las oficinas del ayuntamiento también quedaron inoperativas, pero, sin embargo, “hemos sido la administración más cercana, la del gobierno central, la del gobierno autonómico y la local”. “Intentamos trabajar para que todo vaya lo más rápidamente posible”, afirma el responsable de comunicación.

A la espera de las ayudas del Estado

Casi todos los particulares y los negocios ya han recibido las ayudas económicas de empresas particulares y de la Generalitat, pero todos los entrevistados coinciden en decir que las del Estado no llegan. La mayoría también han recibido las aportaciones del consorcio de aseguradoras.

Paiporta, el municipio más afectado por las lluvias, también se está recuperando. Un ejemplo es la barbería del José Manuel Arenas. Reabrió veinte días después de la catástrofe, cuando todavía ni siquiera había podido reformar el local. Fue por “necesidad”, remarca.

El peluquero ha podido levantar la persiana en dos de los tres negocios que tiene en el municipio gracias a los ahorros, a las ayudas de empresas privadas, así como al dinero de la Generalitat y del ayuntamiento. El local lo han reformado “completamente“, dice Arenas. Sin embargo, todavía hay humedades y mientras atienden a la clientela, un albañil está enyesando la pared.

Otro vecino, Rafa Villamayor, recién empieza a descargar material de obra en la puerta de su casa para comenzar la reforma esta semana. Explica que hasta hace un mes no tenía suministro eléctrico, y por eso no ha podido empezar los trabajos antes. Señala la marca hasta donde llegó el agua: “2,30 metros”, subraya. “Un desastre”, resume. Desde entonces, vive en casa de su sobrino y duerme en el sofá. Todavía no ha recibido ninguna ayuda económica. “Espero que lleguen rápidamente, porque nos hace falta”, lamenta.

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